Angeles Extraños

Páginas: 348 (86925 palabras) Publicado: 27 de octubre de 2011
Prólogo
No le conté a papá lo del búho blanco de Abuela. Sé que debería haberlo hecho. Hay un instante después de dormirnos y antes de soñar donde las cosas, no exactamente sueños, ni completamente precognición, sino con algo de ambos, a veces se abren camino. Tus ojos se abren, lentos y soñadores, cuando la sensación de alguien mirando llega a través de la niebla algodonosa de estar cálido ycansado. Fue entonces cuando lo vi. El búho erizo las plumas sobre mi alfeizar empapado con la luz de la luna, cada pálida pluma nítida y clara sobre la luz helada. No me había molestado en colocar las baratas persianas ni en colgar las cortinas. ¿Para que molestarse, cuando pasábamos, papá y yo, solo unos pocos meses en cada ciudad? Pestañeé ante el pájaro de ojos amarillos. En vez del consueloque significa que Abuela está pensando en mí, y no me preguntes como se que los muertos piensan en los vivos; he visto demasiado como para no saberlo, sentí una molestia aguda, como una astilla de cristal bajo la superficie de mi cerebro. El pico del búho era negro, y sus plumas tenían puntos fantasmales como telas de araña, sombras sobre la nieve. Se me quedó mirando a mis ojos adormilados durantelo que parecía una eternidad, erizándose un poco, hinchándose igual que hacia abuela cuando creía que alguien se estaba metiendo conmigo. Otra vez no. Vete. Habitualmente solo aparecía cuando algo interesante o muy malo estaba a punto de pasar. Papá nunca lo había visto, o por lo menos no me lo parecía. Pero él sabía cuando lo había visto yo, y eso le haría coger un arma hasta que yo lograraabrir la boca para decir si íbamos a encontrarnos con un viejo amigo, o encontrarnos metidos en una buena mierda.

La noche en la que murió abuela, el búho se había posado dentro de la ventana mientras ella tomaba sus últimos alientos superficiales, pero no creo que las enfermeras ni el médico lo vieran. Habrían dicho algo. Para entonces sabía lo suficiente como para mantener la boca cerrada, porlo menos. Simplemente me quedé allí sentada y sostuve su mano hasta que su vida se agotó; después me senté en el vestíbulo mientras le hacían cosas a su cuerpo vacío y se la llevaban en una camilla. Me hacía un ovillo dentro de mí misma cada vez que el médico o el asistente social intentaban hablar conmigo, y me limité a seguir repitiendo que mi padre lo sabía, que estaba de camino, incluso aunqueno tenía ni idea de dónde estaba en realidad. Había estado fuera unos buenos tres meses, liberando al mundo de cosas asquerosas mientras yo veía como abuela empeoraba a marchas forzadas. Por supuesto, papá apareció esa mañana, ojeroso y sin afeitar, el hombro vendado y la cara amoratada. Tenía todas las identificaciones, firmó todos los papeles, y respondió a todas las preguntas. Todo salió bien,pero a veces sueño con esa noche, preguntándome si me va a dejar atrás otra vez en algún pasillo iluminado por fluorescentes y oliendo a Lysol y a dolor frío. No me gusta pensar en eso. Me hundí más en la almohada, observando como el búho se hinchaba, cada pluma adornada con la fría luz de luna. Se me cerraron los ojos. Una cálida oscuridad me engulló, y cuando sonó el despertador ya era de día,el débil sol invernal entraba por la ventana y dibujaba un cuadrado sobre la alfombra marrón. Había salido a patadas de las mantas y estaba a punto de que el culo se me congelara. Papá no había encendido la calefacción. Me llevó unos buenos veinte minutos en la ducha antes de que me sintiera algo parecido a despierta. O humana. Para cuando bajé dando tumbos por las escaleras, ya estaba cabreada yempeorando. Mis vaqueros favoritos no estaban limpios y tenía un grano del tamaño del Monte Pinatubo en la sien bajo un mechón de pelo marrón de color agua sucia. Opté por una camiseta gris y una sudadera de capucha roja, un par de botas de combate y sin maquillaje. Para que molestarse, ¿verdad? No iba a estar aquí lo bastante como para que le importara a nadie. Mi mochila golpeó el suelo. Los...
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