Angelica Pickels Y Yo Una Historia De Dulce De Disgusto
La niña ideal dicen, se sienta y escucha, hace lo que le piden, se queda quieta, no escucha
a extraños, no grita ni patalea, es tierna y linda, dice la verdad, le enseñaron que no tiene ni
puede mandar a nadie, que las reglas son sagradas, que debe ser señorita y tener buenos
modales, pero la verdad es que pocas veces pasa, las niñas de hoy aprenden a hacer las
cosas mal para obtener lo que quieren, y en cambio ella en el canal 12, es muy mandona,
mimada, aunque muy inteligente resuelve más de un problema a la vez, es algo grosera y
agresiva con sus primos pequeños, mira frecuentemente la televisión e imita que ve en la tv,
es mentirosa, convenenciera y le gusta llamar la atención de los adultos para ello canta,
cuenta chistes y hace rimas, sabe bien cómo debe comunicarse con los demás para
obtener lo que ella quiere, es muy abierta, no es vergonzosa, y ni un poco de obediente por
cierto.
Ahí está el problema, yo nunca quise ser la típica niña ideal, no me agradaba portarme bien,
nunca me quedaba donde me decían, pero me gustaba que me hicieran caso a mí, siempre
fuí y he sido la hija rebelde, la alumna rebelde, la oveja negra, pero detrás de esos
prejuicios, hay una historia, un triste modelo de infancia, de la serie que más veía de niña,
“Los Rugrats”
Pero, ¿Por qué es que la ví a ella, Angelica Pickles como un digno modelo?, ¿Será mi
crianza?, ¿Mi identidad en búsqueda?, ¿La competencia?, ¿las circunstancias de la vida?, o
¿Es que inconscientemente sabía que me parecía a ella?, creo que al final, era un poco de
todas.
Si pienso en mi crianza de pronto todo parece un poco más claro, mi mal comportamiento, y
manipulaciones de vez en cuando para obtener lo que quería, por ejemplo, cuando mi prima
carolina, tenía un juguete que a mi me gustaba, me ponía llorar y se lo pedía a mi papá,
porque sabía que él haría muchas cosas por parar mi llanto, él iba y le preguntaba a ella, si
me podía dar el juguete y tendría uno mejor, así ella simplemente me lo daba, y fue así
como fui adoptando un mal código de conducta, si quería un dulce, un juguete o ir a un
parque, lloraba, o cuando hablamos de la mentira como práctica, simplemente repetía
conductas que me ayudaban a mis objetivos, escuchaba a mis papás mentir por teléfono
diciendo que el otro no estaba por ejemplo, aprendiendo a manipular y convencer a tan
corta edad, esos simples pero definitorios actos de mis padres fueron conformando en mi
niñez mi identidad, basada en la conveniencia, entendiendo implícitamente siempre, que lo
material y el dinero eran de las cosa más importantes que en ese tiempo debía tener para
mi felicidad, los dulces por ejemplo.
En toda mi infancia he crecido con hermanas que parecían ser más una competencia para
la atención, los afectos, y de pronto, hasta los objetos, es así como de a poco, y en vez de
ser para mi compañeras (y creo entendí todo al revés), fueron en mi mente algo más
parecido a un rivales con los que jugaba, pero en el fondo tal vez es por eso que aprendí
por mi propia cuenta que si no llamaba la atención, podría llegar a ser desplazada, o al
menos a mi me parecía a los cinco años de edad, bastante lógico, comencé entonces a
bailar, a buscar a mis papás para que me vieran vestida de mi mamá, a hacerles obras de
teatro con palitos de helado, en fin, todo por la búsqueda de reconocimiento, parece que me
desesperaba esa idea de ser ignorada, como si tuviera que sobrevivir. ...
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