Annie West Seduccion en el desierto CASA REAL KAREDES 12
Cuatro ardientes príncipes del desierto buscando poder y esposa ¡Los rumores acerca del príncipe rebelde, Tahir Al´Ramiz, habían llegado al paroxismo! Después de haber estado en un exclusivo hotel de Montecarlo, Tahir decidió regresar a casa para asistir a la coronación de su hermano. En el trayecto, sufrió un accidente y, cuando se descubrieron los restos de su helicóptero, se esperaba lopeor… ¡hasta que apareció sin dar ninguna explicación de cómo había sobrevivido! Después, una bella y misteriosa mujer se mudó al palacio. Se rumoreaba que estaba embarazada… ¿Podría ser que el conocido playboy, que había permanecido perdido en el desierto, ocultara una aventura amorosa?
—Hagan sus apuestas, mesdames et messieurs.
El jeque Tahir Al'Ramiz miró la mesa de juego y a la multitud que lomiraba con atención, ansiosa por conocer su próxima jugada. Su mirada se posó en el montón de fichas que había ganado durante la última hora.
Un camarero se acercó con una botella de champán. Tahir asintió y se volvió hacia la mujer que estaba a su lado. Rubia, bella, complaciente. Una mujer que hacía que la gente volviera la cabeza para mirarla desde el momento en que habían entrado en elopulento casino de Montecarlo.
Ella se movió y el valioso collar de diamantes que lucía en su escote brilló bajo la luz tenue de las lámparas de araña. Su deslumbrante vestido plateado de pedrería era la prueba de lo que se podía conseguir a base de dinero y un modisto de talla internacional.
Ella sonrió, con el tipo de sonrisa íntima que las mujeres le dedicaban desde la adolescencia.
Él le entregóuna copa del mejor champán francés y se apoyó en el respaldo del asiento.Estaba aburrido.
La última vez había tardado dos días en cansarse de Montecarlo. Esa vez, sin embargo, acababa de llegar.
—Últimas apuestas, mesdames et messieurs. Conteniendo un suspiro, Tahir miró al crupier.
-Quatorze —dijo.
El crupier asintió y movió las fichas de Tahir. Se hizo un silencio.
La gente del otro lado de lamesa se apresuró a seguir sus pasos y a hacer las últimas apuestas.
-¿Catorce? —dijo la rubia—. ¿Vas a apostarlo todo a un único número?
Tahir se encogió de hombros, levantó la copa y se fijó en que le temblaban las manos.
¿Cuánto tiempo llevaba sin dormir? ¿Dos días? ¿Tres? Había estado en Nueva York, donde había cerrado el contrato con los medios de comunicación y después se había ido afestejarlo. A continuación había acudido a Túnez para participar en una carrera de vehículos todoterreno. A Oslo y a Moscú por motivos de trabajo, y luego allí, al barco que tenía en la marina.
¿Sería que su forma de vida podía con él? El crupier hizo girar la ruleta.
Tahir notó que unos dedos delgados le agarraban la rodilla. Su compañera comenzó a respirar de manera acelerada mientras la ruleta semovía y deslizó la mano por su pierna.
¿De veras le parecía tan excitante el juego?
El sentía cierta envidia. Tahir sabía que si ella se desnudara allí mismo, él no sentiría nada. Ni deseo ni excitación. Nada.
Ella sonrió de forma seductora, y se acercó a él, presionando el pecho contra su brazo.
Debía recordar su nombre.
¿Elsa? ¿Erica? No conseguía acordarse. ¿Sería que no le había interesado losuficiente como para grabarlo en su mente? ¿O sería que estaba perdiendo la memoria?
Por desgracia, su memoria seguía funcionando perfectamente.
Había cosas que no podría olvidar nunca. Por mucho que lo intentara.
Elisabeth. Así se llamaba su acompañante. Elisabeth Karolin Roswitha, condesa de Markburg.
Un gran aplauso lo sacó de sus cavilaciones. La condesa de Markburg lo abrazó y de laemoción, casi se sentó en su regazo. Lo besó en la mejilla y en la boca.
—¡Has vuelto a ganar, Tahir! —se retiró y lo miró entusiasmada—. ¿No es maravilloso?
El forzó una sonrisa y levantó la copa.
Envidiaba su capacidad de entusiasmarse. ¿Cuánto tiempo hacía que él no experimentaba algo parecido? El juego ya no se lo provocaba. ¿Los negocios? A veces. ¿Los deportes de riesgo? Al menos sentía una...
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