anomalous verbs
que se hundía el suelo bajo sus pies, intentó contener la
aflicción que le agarrotaba la garganta. Agitaba las ma
nos ante la cara, nervioso, como si estuviera nadando
en aquello que había llamado un mar de leche, pero
cuando se le abría la boca a punto de lanzar un grito de
socorro, en el último momento la mano del otro le tocósuavemente el brazo, Tranquilícese, yo lo llevaré. Fue
ron andando muy despacio, el ciego, por miedo a caer
se, arrastraba los pies, pero eso le hacía tropezar en las
irregularidades del piso, Paciencia, que estamos lle
gando ya, murmuraba el otro, y, un poco más adelante,
le preguntó, Hay alguien en su casa que pueda encar
garse de usted, y el ciego respondió, No sé, mi mujer
no habrállegado aún del trabajo, es que yo hoy salí un
poco antes, y ya ve, me pasa esto, Ya verá como no es
nada, nunca he oído hablar de alguien que se hubiera
quedado ciego así de repente, Yo, que me sentía tan
satisfecho de no usar gafas, nunca las necesité, Pues ya
ve. Habían llegado al portal, dos vecinas miraron cu
riosas la escena, ahí va el vecino, y lo llevan del brazo,
pero a ninguna sele ocurrió preguntar, Se le ha metido
algo en los ojos, no se les ocurrió y tampoco él podía
responderles, Se me ha metido por los ojos adentro un
mar de leche. Ya en casa, el ciego dijo, Muchas gracias,
perdone las molestias, ahora me puedo arreglar yo,
Qué va, no, hombre, no, subiré con usted, no me que
daría tranquilo si lo dejo aquí. Entraron con dificultad
en el estrechoascensor, En qué piso vive, En el tercero, 14
no puede usted imaginarse qué agradecido le estoy,
Nada, hombre, nada, hoy por ti mañana por mí, Sí,
tiene razón, mañana por ti. Se detuvo el ascensor y salie
ron al descansillo, Quiere que le ayude a abrir la puer
ta, Gracias, creo que podré hacerlo yo solo. Sacó del
bolsillo unas llaves, las tanteó, una por una, pasando la
mano por los dientesde sierra, dijo, Ésta debe de ser, y,
palpando la cerradura con la punta de los dedos de la
mano izquierda, intentó abrir la puerta, No es ésta,
Déjeme a mí, a ver, yo le ayudaré. A la tercera tentativa
se abrió la puerta. Entonces el ciego preguntó hacia
dentro, Estás ahí. Nadie respondió, y él, Es lo que dije,
no ha venido aún. Con los brazos hacia delante, tan
teando, pasó haciael corredor, luego se volvió cautelo
samente, orientando la cara en la dirección en que pen
saba que estaría el otro, Cómo podré agradecérselo,
dijo, Me he limitado a hacer lo que era mi deber, se
justificó el buen samaritano, no tiene que agradecerme
nada, y añadió, Quiere que le ayude a sentarse, que le
haga compañía hasta que llegue su mujer. Tanto celo
le pareció de repentesospechoso al ciego, evidentemen
te, no iba a meter en casa a un desconocido que, en
definitiva, bien podría estar tramando en aquel mismo
momento cómo iba a reducirlo, atarlo y amordazarlo, a
él, un pobre ciego indefenso, para luego arramblar con
todo lo que encontrara de valor. No es necesario, dijo,
no se moleste, ya me las arreglaré, y mientras hablaba,
iba cerrando la puertalentamente, No es necesario, no
es necesario.15
Suspiró aliviado al oír el ruido del ascensor ba
jando. Con un gesto maquinal, sin recordar el estado
en que se hallaba, abrió la mirilla de la puerta y obser
vó hacia el exterior. Al otro lado era como si hubiera
un muro blanco. Sentía el contacto del aro metálico
en el arco superciliar, rozaba con las pestañas la mi
núscula lente, pero nopodía ver nada, la blancura in
sondable lo cubría todo. Sabía que estaba en su casa,
la reconocía por el olor, por la atmósfera, por el silen
cio, distinguía los muebles y los objetos sólo con to
carlos, les pasaba los dedos por encima, levemente,
pero era como si todo estuviera diluyéndose en una
especie de extraña dimensión, sin direcciones ni refe
rencias, sin norte ni sur, sin...
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