Anotaciones Sobre M S All Del Olvido
(7) Para romper el silencio le pregunté si vivían allí desde hacía mucho tiempo y sivenían del interior del país o del extranjero. No, eran de los alrededores de París. Hacía dos meses que vivían allí. Fue todo lo que me dijo aquella noche. Y su nombre: Jacqueline.
(7) He vuelto allí algunas veces en mis sueños. La otra noche, el sol de un atardecer de febrero me cegaba, caminando por la Rue Dante, y nada había cambiado después de todo este tiempo.
(7) Al despertar, el períodode mi vida en el que conocí a Jacqueline se me presentó bajo el mismo contraste de luz y sombra. Calles descoloridas, invernales, y también el sol filtrándose a través de los postigos.
Place Saint Michel, Quai de la Tournelle, estafeta del Odeón, Mallorca, la Rue Dante, Boulevard Saint Germain, el flipper, hotel de Lima, estación de Austerlitz, Athis Mons, la Rue Cujas
(8) La primera vez quevolvimos a vernos, en la Rue Dante, Jacqueline se giró, me sonrió y retomó su partida de flipper.
(8) Pensaba entonces que nunca más volvería a verlos, que se habían perdido para siempre entre el gentío y la confusión. Hasta que un día allí estaban, al fondo de la sala desierta, uno junto al otro, frente a la máquina.
(8) Apenas recuerdo otros detalles de aquel período de mi vida. He olvidado casi porcompleto el rostro de mis padres. Había vivido con ellos durante un tiempo, luego abandoné mis estudios y ganaba algún dinero con la venta de libros antiguos.
(8) Nunca los acompañé a aquellos sitios. Los esperaba hasta el lunes, sin abandonar el barrio. Al cabo de un tiempo, Van Bever iba a «Forges» —según su expresión— porque se encontraba a menor distancia que Bagnoles-de-l’Orne, mientrasJacqueline se quedaba en París.
(8) En el transcurso de las noches en que estuve solo en aquella habitación siempre flotaba ese olor a éter. El frasco azul se hallaba sobre uno de los estantes del cuarto de baño. El armario contenía algunas prendas de vestir: una chaqueta, un pantalón, un sujetador y uno de aquellos jerséis grises de cuello alto que llevaba Jacqueline.
(8) La última noche me desperté aeso de las cinco y ya no pude volver a conciliar el sueño. Me hallaba probablemente en la cama de Jacqueline, y el tic-tac del despertador era tan intenso que quería guardarlo en el armario o esconderlo bajo la almohada. Pero tenía miedo del silencio. Entonces me levanté de la cama y salí del hotel. Caminé por el muelle hasta las rejas del Jardín Botánico, luego entré en el único café abierto aesas horas, frente a la estación de Austerlitz.
(8) ¿También ellos habían completado la ficha? ¿Cuáles eran sus profesiones? Van Bever me respondió que, de acuerdo con la ficha, era «vendedor ambulante», pero yo no sabía si bromeaba. Jacqueline se encogió de hombros. Ella no tenía profesión. Vendedor ambulante. También yo, a fin de cuentas, habría podido adjudicarme aquel título, ya que pasaba eltiempo transportando libros de una librería a otra. Hacía frío. La nieve fundida sobre la acera y los muelles, las tonalidades negras y grises de aquel invierno me vienen a la memoria. Y Jacqueline, siempre con su chaqueta de cuero demasiado liviana para la estación.
(9) La primera vez que Van Bever partió con destino a Forges-les-Eaux y Jacqueline se quedó en París era, precisamente, uno de esosdías de invierno. Atravesamos el Sena para acompañar a Van Bever hasta la estación de metro Pont-Marie, ya que debía tomar el tren en Saint-Lazare.
(9) Siempre la había visto en compañía de Van Bever y nunca habíamos tenido ocasión de conversar. Por otra parte, había veces en que apenas pronunciaba una palabra en toda la velada. O bien se limitaba a pedirle a Van Bever, en un tono seco, que fuera...
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