antes de morir de pena
Abundan unas flores blancas, grandes y carnosas que trepan por el tronco de algunos árboles agrupados en una especie de bosquecito con características distintasdel resto, medio consumidos o carcomidos en su base, con una sustancia amarillenta y densa que les sale como chorreada desde adentro, como si estuviera viva, como si fuera una especie de animal sin forma que se va derramando y que a un observador no experimentado lo haría pensar quizás que forma parte de la belleza del árbol cuando en verdad es un parásito que lo está matando lentamente. Evelinaconoce desde niña cada variedad de orquídea silvestre, cada árbol o arbusto pequeño, y puede diferenciar desde lejos unos de otros. Conoce también sus propiedades curativas y cuál de todos puede llegar a ser mortal. La selva no tiene secretos para ella, ni para ninguno de sus hermanos. Aunque se cansa de ir y venir con los ojos, lo hace una y otra vez como única distracción en esa tarde bochornosa yhúmeda de enero, con el sol aún alto y fuerte como en pleno mediodía, hasta que aparta de pronto la mirada. Sentada como está en la sillita de paja, apoya los codos sobre sus rodillas huesudas, se tapa el rostro con ambas manos y ladea la cabeza. El color moreno de su piel se hace aún más oscuro en los nudillos y resalta las uñas blancas de sus largos dedos. Tiene la piel suave pese a los durostrabajos que ha hecho desde niña y un aspecto delicado y naturalmente elegante; tal vez sea por su manera de sentarse, o por la suave redondez de sus caderas o quizás por la delgadez de su pequeña figura. Su pelo oscuro está prolijamente trenzado hacia atrás y atado desde la base de la nuca con unas cintas muy finas de diversos colores que se esconden o aparecen a lo largo de la larga trenza quellega hasta su cintura. Abre apenas los dedos para dejar entre ellos una hendija por la que espía el interior de la casa que desde donde ella está se ve como una boca oscura. Es mitad de adobe, mitad de chapas y está construida en el hueco de sombras formado por un bosquecito apretado de sauces. Le sigue de costado un alero que se continúa con una variedad de hiedra de enormes dimensiones debajo dela cual hay una especie de cama que mirada en detalle se descubre formada por varios camastros dispuestos uno al lado del otro, tal vez para aprovechar el lugar, tal vez para conseguir mayor intimidad entre los que descansan. Duermen allí su madre, su padre, sus abuelos maternos y por lo menos siete chicos que van de entre los dos y los dieciséis años. Más que dormidos parecen desmayados -y quizásalguno de ellos lo esté, piensa Evelina-. Muchos tienen la boca abierta y un hilillo de baba blanca y seca le corre por la comisura de los labios. Algunas moscas gordas y verdes se posan de tanto en tanto sobre sus piernas o en sus mejillas pero ellos parecen no notarlo porque no se mueven o sólo lo hacen de tanto en tanto, con algún movimiento espasmódico, una especie de vibración enérgica ybreve de los dedos de una mano o de un pie, que se agita de pronto e inmediatamente se detiene, pero que es suficiente para que la mosca levante vuelo, con lentitud y morosidad y de inmediato se pose en otro cuerpo más profundamente dormido. Casi todos tienen la piel oscura y a su vez tostada por el sol, lo que los convierte -especialmente a los niños que suelen andar la mayor parte del día con eltorso desnudo-, en unas especies de carbones en los que resultaría difícil distinguir los ojos. Sólo tres de los más pequeños tienen el pelo castaño con betas claras, tan distintos del resto que resultan seres extraños y particulares en el conjunto. Evelina los mira a todos desde lejos y envidia el sueño del que gozan pero también sabe que aunque lo intentara no se dormiría. Siente esa tarde que...
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