Antes del desayuno

*Antes del Desayuno
MONÓLOGO
de Eugene O’Neill

Un pequeño cuarto que hace las veces de cocina y comedor en Christopher Street, N.Y.. A la izquierda, una parrilla de gas. Hay una alacena. Cerca hay una mesa cubierta por un sucio mantel. Dos sillas de hojaláta que pertenecen a la mesa.. En la pared de la derecha, atrás, hay una puerta que conduce a la recámara. Hay diferentes artículosde hombre y mujer colgados en percheros y en la silla. Son más o menos las 8:30 de la mañana de un bonito día.

La SEÑORA ROWLAND entra de la recámara, murmurando. Sus manos están ocupadas poniendose algunos pasadores en la cabeza. Es de estatura mediana. No lleva maquillaje. Está en sus veintes pero se ve mucho mayor. Llega al centro del escenario murmurando, estirando los brazos. Sus ojosreconocen la habitación con una mirada de irritación del que ha dormido, pero no ha descansado. Va hacia donde está la ropa colgando a la derecha y toma un delantal del gancho. Se lo pone llena de exasperación porque no se lo puede poner bien. Va hacia la parrilla de gas. Enciende una hornilla. Llena la jarra de café y la pone al fuego. Se sienta en una de las sillas de la mesa y se pone la manoen la frente como si le doliera la cabeza. De pronto su cara brilla como si le hubiera llegado un recuerdo de algo, y se dirige hacia la alacena rápidamente, mira de reojo hacia la puerta de la recámara y escucha por un momento.

SRA. ROWLAND: (Quedo) ¡Alfredo! (No hay respuesta. Entonces ella prosigue en un tono sospechoso) No me digas que estas dormido. (No hay respuesta. Se levanta de susilla y va de puntitas a la alacena, saca una botella de ginebra y un vaso. Mientras se sirve hace ruido. Esto la hace culpable y mira hacia la puerta del cuarto. Con la voz temblorosa) ¡Alfredo! (Después de un pausa, mientras ella espera escuchar algún ruido, toma el vaso y se empina el licor de un golpe. Después vuelve a poner la botella en su escondite. Parece aliviada y se sienta una vez más. Lagran dosis de alcohol que ha ingerido tiene sobre ella un efecto casi inmediato. Sus ojos van rápidamente al abrigo del hombre que cuelgo un gancho a la derecha. Lo llama como en un susurro) ¡Alfredo! (Una vez más no hay respuesta. Se pone a esculcar las bolsas sacando las cosas de los bolsillos. Finalmente en un bolsillo interior encuentra una carta.) ¡Hmm! Ya lo sabía. (Abre la carta y la lee.Al principio su expresión de odio y desprecio. Permanece pensando. Después regresa la carta a su sitio y vuelve a colgar el abrigo en el gancho. En voz alta) ¡Alfredo! (Más alta) ¡Alfredo! (Se oye algo de la habitación) ¿No te parece que ya es hora de que te levantes? (Regresando a su silla) No tengo ninguna duda de que eres lo suficientemente vago para quedarte echado en la cama para siempre. (Sesienta y mira a la ventana irritada) Sólo Dios sabe que hora es. No tenemos ninguna forma de saber que hora es desde que, estúpidamente, se te ocurrió empeñar tu reloj. Esto no ha sido mas que empeñar, empeñar, empeñar. Cualquier cosa menos salir a trabajar como un hombre. (Después de una pequeña pausa) ¡Alfredo! ¡Levántate me oyes! Quiero hacer la cama antes de irme. Estoy enferma de ver estecuarto como un chiquero gracias a ti. No creo que podamos quedarnos mucho tiempo aquí si no consigues dinero. Dios sabe que yo hago lo que me toca saliendo a coser diario mientras tú le haces el caballero y vas de bar en bar con la bola artistas esos, buenos-para-nada. (Pausa) La renta se vence esta semana y ya sabes como es el casero. Dices que no “puedes” conseguir trabajo. Eso es mentira y losabes. Nunca lo has buscado. Yo soy la que siempre tiene trabajo, de no ser por mi ya nos hubiéramos muerto de hambre. (Se levanta y mira la cafetera para ver si el agua ya está hirviendo. Vuelve a sentarse) Tendrás que conseguir dinero hoy a ver dónde. Ya es tiempo de que hagas algo, pide limosna, pide prestado, roba o a ver que. (Con risa contenida) ¿Pero dónde, eso es lo que quisiera saber? Eres...