Antología
El águila de ala cortada y la zorra
Autor: Esopo
Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó las alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas. Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una reina encarcelada.Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las hizocrecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo y apresó a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador. La vio una zorra y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole: -No le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamentelas alas.
Siempre corresponde generosamente con tus bienhechores, y por prudencia mantente alejado de los malvados.
EL atún y el delfín.
Viéndose un atún perseguido por un delfín, huía con gran estrépito. A punto de ser cogido, la fuerza de su salto le arrojó sin darse cuenta, sobre la orilla. Llevado por el mismo impulso, el delfín también terminó en el mismo sitio. Se volvió el atún y vioal delfín exhalando el último suspiro.
No me importa morir — dijo –, porque veo morir conmigo al causante de mi muerte.
Sufrimos con menos dolor las desgracias que nos hacen padecer, cuando las vemos compartidas con quienes nos las causan.
CUENTOS
El gigante egoísta
Autor: Oscar Wilde
Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante. Era un jardínamplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el Otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tantadulzura que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos. “¡Qué felices somos aquí!”, -se decían unos a otros.
Pero un día el Gigante regresó. Había ido a visitar a su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo devolver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín.
“¿Qué hacéis aquí?”, surgió con su voz retumbante.
Los niños escaparon corriendo en desbandada.
“Este jardín es mío. Es mi jardín propio”, dijo el Gigante; “todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí.” Y, de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel quedecía: ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES
Era un Gigante egoísta… Los pobres niños se quedaron sin tener dónde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar a la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había detrás. “¡Quédichosos éramos allí!”, se decían unos a otros. “La Primavera se olvidó de este jardín”, se dijeron, “así que nos quedaremos aquí el resto del año.”
Cuando la primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta perm2anecía el invierno. Como no había niños, los pájaros no cantaban, y los árboles se olvidaron de florecer. Sólo una vez unalindísima flor se asomó entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños que volvió a meterse bajo tierra y volvió a quedarse dormida. Los únicos que se sentían a gusto allí eran la Nieve y la Escarcha. La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara...
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