antologia

Páginas: 19 (4739 palabras) Publicado: 18 de septiembre de 2014
El hombre de nieve
Había una vez —en una humilde aldea nórdica— dos mujeres que asombraban a todos con sus delicadas tallas sobre madera.
Una de las mujeres, viejita, muy viejita. Se llama¬ba Gudelia y era una maravillosa artesana.
La otra, joven, muy jovencita. Su nombre era Romilda, le decían “Romi” y era un excelente aprendiz de Gudelia.
Todas las semanas, las dos iban hasta el bosquemás cercano en busca de ramas y pedazos de troncos para su trabajo. Pero como el bosque más cercano quedaba del otro lado del río que limita¬ba el norte de la aldea, debían cruzarlo en bote.
Cada domingo, Azariel —el botero— las traslada¬ba de ida al bosque y de vuelta a la aldea, a cambio de una abundante ración de pastel de papas que ellas mismas preparaban especial¬mente.
Un atardecerdominguero, mientras Gudelia y Romi se encontraban atando el material que habían recolectado, se desató —de improviso— una fuerte tormenta de nieve.
Las dos corrieron —entonces— cargando los atados, en dirección a la orilla donde —habitualmente— las esperaba el botero.
Azariel había construido allí una cabaña y era común que las mujeres tuvieran que entrar para despertarlo, dormido como se quedaba—aguardándolas— después de tomar unas cuantas copitas de ginebra.
Pero en esa oportunidad no lo encontraron; tan tarde llegaron a la cabaña… La tormenta les había dificultado la marcha por el bosque.
A pesar de la nieve que bajaba biombos y de la correntada que agitaba las aguas, Romi pudo ver que el bote del señor Azariel ya estaba amarrado del otro lado del río.
No les quedaba más remedio quebuscar refu¬gio en la cabaña y confiar en que las condiciones del tiempo mejoraran pronto.
Se cobijaron —entonces— dentro de la cabaña.
El único cuarto del que constaba la construc¬ción estaba helado. No había ningún alimento, ni bebida, ni siquiera un brasero con el que aliviar el intenso frío.
Apenas un camastro y una botella con restos de ginebra.
Romi tuvo que insistir mucho para que laviejita usara el camastro.
Bondadosa como era Gudelia y tanto como quería a la niña, fue después de un rato de:
—Usted.
—No, usted.
—Insisto en que usted.
—Digo que usted.
—Usted.
Romi consiguió convencerla de que fuera ella quien se acostara en ese precario lecho.
Ya era noche total cuando la viejita se durmió, encogida y temblando de frío.
Echada a su lado —sobre el suelo ytambién temblando— Romi permanecía despierta en la os¬curidad. Le asustaba el silbido del viento y las uñas de la nieve, raspando la ventana y la puerta de la cabaña.
Desde el río encrespado le llegaban —para col¬mo— las inquietantes voces del agua.
La muchacha sentía que se estaba congelando —tanto de frío como de miedo— pero —finalmente— el cansancio pudo más y —también— se quedó dormida.
Pasadala medianoche y cuando la tormenta continuaba azotando la cabaña, Romi se despertó, de repente.
Un leve roce —como de mano de nieve sobre su frente— la había traído de vuelta del sueño.
Se inquietó: la puerta estaba entreabierta —a pesar de que ellas la habían cerrado bien— y una misteriosa luminosidad le permitía ver —claramen¬te— el interior de la habitación.
Mejor no hubiera visto nada,porque lo que vio la llenó de espanto: un increíblemente hermoso caballero (de belleza masculina, aclaremos), ape¬nas un poco mayor que ella, blanco desde los cabellos a los pies y vestido íntegramente de blan¬co, se reclinaba sobre la viejita Gudelia y le sopla¬ba a la cara con furia. Su aliento podía verse con nitidez. Era como una cinta de humo —también blanco— desenrollándose de su boca.
Romiquiso gritar, pero ningún sonido salió de su garganta. Sin embargo, fue como si hubiera grita¬do, porque el caballero cesó con sus soplidos y levantó el blanco rostro hacia ella. Se le acercó hasta casi tocarla y la miraba con sus blanquísimos ojos de alucinado cuando le dijo:
—Vine para soplarte con mi aliento, lo mismo que a la vieja. Pero eres tan dulce y tan niña que siento un poco de...
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