Antonia- manuel altamirano
Al despedirse, me encargó enviase a usted, pues se lo dedicaba, el consabido cuaderno en que ha escrito susimpresiones en forma de novelitas, a las que ha puesto un título digno de su extravagante numen: Memorias de un Imbécil. El bardo de esta aldea se permitió hacerlo preceder de otro un poco poético que escribió con letras grandes en la primera hoja. Si se decide Ud. a publicar eso en El Domingo, no vendrá tan mal, porque al menos los lectores tendrán una hIstoria pequeña pero completa en cada número.Además nuestro amigo dejó a usted su retrato: ¿para qué dIablos lo quiere usted? He preferido regalarlo a mi vecina, que al leer el título del cuaderno que le enseñé derramó un lagrimón enorme, diciendo: ¡No era tan bestia!
Si los lectores repiten un elogio semejante, el miserable autor debe arrojarse al mar, ahora que van a presentársele las más bellas oportunidades.
Sabe usted que le quieresu afectísimo: P. M.
I
Decididamente voy a emplear el día escribiendo ... ¿Y para qué? Nadie me ha de leer. Mi vecinita ... Pero mi vecinita no hace más que dormir todo el día, y cuando suele despertar, tiene siempre los párpados cargados de sueño. Es seguro que al comenzar a recorrer estas páginas del corazón, abriría su linda boca en un bostezo preliminar del cabeceo más ignominioso para mí.¿Quién piensa en la vecina?
No importa, debo escribir, aunque no sea más que para consignar en este papel los recuerdos que dentro de poco va a cubrir la negra cortina del idiotismo en el teatro de títeres de mi memoria. ¡Estoy aterrado! Anoche he soñado una cosa horrible ... ¡horrible! Mi memoria, bajo la forma de una matroncita llorosa y agonizante de fatiga, se me presentó abrazada de la últimajoven bacante, a cuyo lado pasé horas deliciosas en México.
Todavía se hallaba ésta acicalada como en aquella famosa cena. Crujía su hermoso vestido de seda azul de larga cola, al recorrer ella mi cuarto solitario. Sentía quemar mis ojos con la mirada de aquellos ojos azules y cargados de un fluído embriagador. Aún escuché una voz suave, pero cuyo acento extranjero conocía ... que murmuró en mioído: ¡Despierta!
Y entonces mi memoria, inclinándose sobre el cuello blanco de la bacante, como una ebria, me decía ...
- ¡Te abandono, me voy ... abur!
Y desaparecieron.
Yo me senté en mi lecho y me puse a decir varias veces: ¿Es posible? con el mismo aire de asombro con que un chico se hace alguna pregunta en las Lecciones de Historia de Payno.
Después volví a dormirme; pero son las siete dela mañana y heme aquí despierto y pensando todavía si será posible que mi memoria se vaya, a pesar de que todavía recuerdo el sueño en que ella vino a decirme adiós.
¡Oh! ¡Simplezas ...!
Sin embargo, es posible que yo pierda la memoria; tan posible como que don Anastasio Bustamante fuera presidente de la República por la segunda vez.
Entonces preparémonos: aún quedarán, lo supongo, algunosdías, y pienso aprovecharlos, comenzando por el de hoy.
Un rayo de sol naciente penetra alegrísimo por la ventana abierta. Una oleada de aire fresco me trae el aroma de los árboles del parque vecino y el gorjeo de los pájaros que me importunaba otras veces. Todo me invita a levantarme y a trabajar. La campana de la aldea llama a los fieles a misa. Iré a misa, después hundiré mi cuerpo miserable enlas quietas y cristalinas aguas del estanque. Dicen que el agua fría es un buen lazo para retener a la fugitiva memoria: luego, después de un desayuno frugal pero sano, me marcharé a recorrer los campos vecinos, y si es posible me entretendré en oír piar a los guinderos, rebuznar a los asnos del pueblo y mugir a las vacas que se dirigen a San Angel. Recogeré también las flores del espino blanco...
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