Para Warman, Gamio sintetizó en su proposición todas las corrientes del indigenismo porfiriano: la racista, la culturalista, la educativa y la economicista. No tuvo más remedio que plantear que elindio debería dejar de serlo, para lo que diseñó un camino original y novedoso: la integración. El indio debía incorporarse aceptando los “valores positivos” de Occidente, como la economía, la lengua,la ciencia y la tecnología, la organización política y, por supuesto, la idea del progreso manifiesto. La nación absorbería en cambio los “valores positivos” indígenas como el arte, la sensibilidad y,por supuesto, ya la había tomado de hecho, la historia. De esta fusión “surgirá una cultura nacional, una patria fuerte y equilibrada”, y desde entonces la antropología se encadenó voluntariamente alservicio del poder, sentando las bases para que el maridaje deviniera en concubinato. “Y hoy lo estamos pagando”, afirma el entonces investigador de la UNAM, que después fue director general delInstituto Nacional Indigenista, Procurador Agrario y titular de la Secretaría de la Reforma Agraria antes de su muerte, en 2003.
Para Warman era clara la práctica de la antropología mexicana al serviciodel Estado.
El nacionalismo de los veintes se convierte en una antropología integral, que sostuvo y sostiene que el estudio del hombre debe hacerse en varias dimensiones: una histórica, otrabiológica, otra etnográfica o cultural, “pero todas unificadas por un solo conjunto conceptual, que es el de la antropología aplicada a las tareas de gobierno”.
Su crítica resultó demoledora, no sólo por loque dijo en este polémico libro, sino por la forma hiriente en cómo lo dijo, poniendo al antropólogo mexicano al servicio de las presuntas virtudes de occidente para hacer más fácil su adopción por losnativos. Un guardián preparado para combatir y aniquilar los sectores retrógrados o tradicionales de la cultura aborigen. “En fin –afirma-, se le concibió como un manipulador de gente y se...
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