Apaporis

APAPORIS
Viaje a la última selva
Alfredo Molano
Maria Constanza Ramírez*

Presentación

Apaporis. ¿Con qué otra palabra más sonora podría nombrar- se el río que guarda la última selva? Suena como es: fragoso, coqueto, seductor, orgulloso, pendenciero. Algún sabio indígena nos pudo haber dicho que quiere decir río que canta, o río escondido, o río que salta y se menea, o protector de laselva, o árbol caído y quebrado sobre el lomo del mundo, o anaconda encantada. Todo es el Apaporis. Ha luchado y ha ganado una terrible batalla contra los intentos de civilizarlo y de explotarlo. Ha resistido la embestida codiciosa de misioneros, de caucheros, de cazadores, de guerrilleros y, la más peligrosa, de los gobernantes. No ha salido indemne. Tiene cicatrices —y aún heridas abiertas— perosobrevivirá con sus aguas siempre nuevas, nunca cansadas, nunca silenciosas, porque sus cachiveras son trampas formidables que han blindado la selva contra el Comercio. Los civilizadores tuvieron que esperar al avión para poder llegar, y así, poco han podido sacar. Lo que no cabe en Una curiara, se queda a sostener la cadena de la vida.

El Apaporis fue siempre el más allá que teníamos presentecuando pasábamos el dedo por el mapa buscando un país exento de falsificaciones, de dobleces. Desde Taminango, pueblo de cielos mostaza donde el hambre es carne y hueso, o desde el frágil y enlutado Cacarica, el Apaporis nos devolvía el alma al cuerpo. Teníamos casi la certeza de que escondía la selva y que la pólvora allí no llegaría o si llegaba, llegaba mojada. Casi tuvimos razón. Por el río hanbajado muchos cadáveres; unos los devuelve a sus orillas y otros los consume en sus moyas. Nadie sabe cómo distingue unos de otros. Sucede otro tanto con las canoas: unas las ahoga, otras las mira pasar. Los quineros no alcanzaron a llegar. Los caucheros ordeñaron árboles tras un olor que los enloquecía -cuenta Rivera- pero más daño les hicieron a los indios: les enseñaron a contar para quesupieran cuántos latigazos aguanta un hombre. Los caucheros regresaron. Venían tras la coca, alma del indio. Muchos se la vendieron para poder emborracharse con aguardiente de las rentas y comprar camisetas de fútbol regaladas por el señor gobernador recién electo. No obstante, las chagras de yuca brava, de pipire, de coca, siguen al lado del río, y la maloca sigue protegiendo el baile de muñeco —o delos pescados como lo llamaban antes—. el yagé y el paso de hombre en tigre, en danta, en Manaos.

Viajamos por el Apaporis sin brújula, sin otro objeto que sentirlo nos dejamos llevar por sus corrientes y sólo trajimos lo que su gente nos dio: una pequeña colección de cuentos que se quedaron a vivir con nosotros. Fue el último viaje de Unos viajeros peregrinos en el último minuto antes de que laguerra nos impusiera su yugo de violencia y horror. Fuimos afortunados viviendo el río, y volvimos a respirarlo escribiendo sobre él.

Agradecemos a Fernando Rozo, Natalia Peña, Alberto Sierra, Liliana Vidal, Bernardo Suárez, Mario Vélez, Enrique Munévar, Ignacio Puentes, Adriana Camacho, y a todos los habitantes del río que con sus historias nos guiaron en el viaje al llano.

Viaje que serespete debe comenzar en la madrugada. El 26 de febrero de 1997, con las estrellas aún altas y brillantes, cruzamos El Boquerón, el cerro que divide los páramos de Chingaza y Sumapaz, donde nos despedimos de Bogotá, de sus cielos sucios, de su ruido incesante, y nos entregamos a los imponderables de una vía que no ha podido ser domada. La carretera, construida sobre un antiguo camino indígena,serpentea caprichosamente hasta Chipaque; tierra de curubas, duraznos y maíz y, según se dice, de buenos caballos. Más abajo se pasa el río Cáqueza, que con el Negro y el Blanco forman el gris Guayuriba. Hoy este primer tramo se evita con el túnel de El Boquerón, que, con otras variantes, puentes y viaductos, contribuye a reducir la distancia entre la sabana de Bogotá y el Llano. La carretera original...