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Asesinato a las Once
Dedicado a


Miércoles, 8 de Enero de 1941. Madrid, España. El tañido de las campanas  de la sinuosa ermita anuncia las once de la noche. Matías Quintana observa la ciudad desde su ventana, sentado en su cómodo sillón de piel. Reina la tranquilidad. Instantes después un fuerte estallido hace reflejo en la mansión de los Hernández-Prieto. Matías se levanta aterrorizado ysale al balcón. Vuelve el silencio. Tan solo unos segundos después unos perros ladran con fuerza en los alrededores. Se escucha el sonido de las persianas subiendo a gran velocidad en los edificios próximos al lugar. Se oye el murmuro de la gente. Matías vuelve al interior de la casa. En su calidad de policía no podía evitar quedarse allí horas, intentando averiguar qué había sucedido. Pero porotro lado estaba muy cansado. Había tenido un muy largo día. Lentamente fue hasta su habitación donde durmió plácidamente nueve horas consecutivas. Al siguiente día el despertador sonó fuerte. Matías se despertó sobresaltado e inquieto. Pero no sabía por qué. Tal vez el tiro que resonó la noche anterior le había dejado inquieto. No lo sabía. Poco a poco se desperezó, se vistió y salió a desayunar.Elena, su mujer, ya le había preparado un suculento manjar en el comedor. 
-¿Te encuentras bien? Te veo pálido. 
Matías asintió débilmente con la cabeza. Desayunó deprisa y se marchó de casa. Su trabajo le encantaba. No se podía decir que le hubiese resultado fácil conseguirlo, pero trabajaba en lo que le gustaba. A pesar del generoso sueldo del que disfrutaba, él realizaba muy gustosamente sutrabajo. Lo haría igualmente aunque no pudiera cobrar. Amaba lo que hacía. Poco a poco se había convertido en uno de los mejores inspectores de policía de la ciudad. Y eso le halagaba mucho. Aquel día era oscuro. El cielo amenazaba tormenta y el frió se apoderaba del ambiente. En el barrio no había nadie por las frías calles. El camino a la comisaría se le hizo eterno. Al entrar sintió un acogedorcalor. La chimenea estaba encendida. Pero se sorprendió cuando entró en su despacho. Su jefe, El comisario “Fuentes” Le miraba serio, sentado sobre su mesa. 
-Acércate, ha ocurrido algo-su voz sonaba fría y distante.
-¿De qué se trata, Fuentes? 
El comisario se bajó de la mesa y se acercó a Matías: 
-Anoche hubo un asesinato. 
Matías se llevó las manos a la cabeza. 
-Cerca de tucasa-continuó diciendo el comisario- ,en la mansión de los 
Hernández-Prieto. Un asesinato a mano armada. 
-Algo intuía 
¿en serio?
-Es igual. Continúe 
El comisario carraspeó y prosiguió: 
-Como iba diciendo, anoche alguien asesinó con un arma de fuego a 
Eduardo Hernández, el afamado empresario metalúrgico. 
-Y supongo que le gustaría que yo llevase el caso 
-Usted y yo nos entendemos. Es usted ungran tipo-el comisario 
Rió-.Quintana, espero que su ingenio resuelva el caso. 
-No lo dude. 
Fuentes le dio la mano a Matías y le dijo, despidiéndose: 
-No hay ninguna pista, la noticia ha llegado hace poco. Has de empezar 
de cero. 
Matías asintió, y el comisario salió del despacho. 
Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. No era la primera vez que se enfrentaba a un caso similar, perono podía evitar estremecerse ante todo lo que le podía suceder a continuación. Si algo caracterizaba a Matías era su falta de paciencia. Se sentía un estúpido inactivo, cuando tenía tanto que hacer. De inmediato salió de la comisaría y se encaminó hacia el lugar del crimen. 
La calle seguía igual que antes. Húmeda, fría, distante… El gélido aire le empapaba los huesos y cada vez le costaba máscaminar. Repentinamente notó una sombra enfrente de él. El corazón le comenzó a latir con fuerza y sintió un escalofrío. Levantó la cabeza y la sombra le rozó. Era un hombre con gabardina, bufanda y sombrero que le tapaban el rostro. Matías suspiró aliviado y continuó caminando. Tras unos interminables minutos, llegó a la mansión. Se vislumbraba fría y espeluznante. La fachada era de piedra...