Aquella pasión que compartimos

Aquella pasión que compartimos

La pregunto que hoy me hago es si el comportamiento autodestructivo es emocional o instintivo. Enciendo un cigarrillo para pensarlo y, mientras lo hago, intento daruna respuesta. Veo subir el humo, tiempo que se consume.
Si la voluntad autodestructiva es emocional debe derivar del inmenso odio que sentimos hacia nosotros mismos; si el instintiva, provendrá deuna idea obcecada en la que el sufrimiento se equipara a la vivencia.
Fumo mucho, desde hace bastante tiempo. Fumo en el mañana al despertar y en la noche antes de dormir. Fumo después de satisfacercualquiera de mis necesidades: hambre, sed, deseo sexual. Fumar es una necesidad más, al igual que la enfermedad y el dolor.
Veo que todas mis decisiones, mis relaciones y experiencias personalesestán cargadas de sufrimiento, todas han implicado el llanto y el arrepentimiento, todas han conducido al derrumbe –aunque sea temporal- del espíritu y todas han constituido mi vivencia, la construcción delo que soy.
Efectivamente, la autodestrucción es un instinto y lo prueba la irracionalidad con la que algunos se inclinan hacia vidas condenadas al fracaso, aquello que llamamos coincidencia y no esmás que la persistencia del equívoco.
No hay sino que ver alrededor para notar la facilidad con la que algunos se conducen a sí mismos al abismo en un acto total y profundamente voluntario–aparentemente ciego, pero es sólo apariencia- con la misma naturalidad con la que otros comen.
La autodestrucción, el deseo de desaparecer, de esfumarse es una necesidad que no compartimos. Es verdad, y esoalgunas veces nos inquieta, que hay quienes sufren más que otros, algunos parecen tener menos suerte o estar fijados en las malas decisiones. Pues, simplemente, el instinto de autodestrucción no escomún a toda la especie humana (así como tampoco lo sería, obviamente, el instinto de supervivencia). Hay quienes se resisten a la felicidad y a la vida porque su naturaleza los obliga a ello.
Puede...