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(AIPE)- La razón más poderosa para defender la libertad de las personas, incluida desde luego la libertad económica, es moral. Sería aberrante construir una erade prosperidad que desdeñara los valores superiores, los valores del espíritu.
Conocida es la frase de Oscar Wilde definiendo al cínico como aquella persona que conoce el precio de todo, sin saber elvalor de nada. El recién concluido siglo XX fue pródigo en ejemplos trágicos de ese tipo de cinismo.
Con frecuencia se acusa a la economía de mercado y a los principios del liberalismo de fomentarun ciego secularismo, una suerte de hedonismo materialista, que desdeña los valores del espíritu.Es lo que se ha llamado “la sociedad opulento-tecnológica” en contraposición, hasta antes de la caídadel imperio soviético al menos, de la sociedad totalitaria de matriz comunista igualmente ajena a los valores del espíritu. La sociedad opulento-tecnológica ignoraría, así, todo aquello que no pudiesemedir, tocar, comprobar matemáticamente, obsesionada por el afán del provecho material. Su contraparte, incapaz también de superar el positivismo chato, se equivocaría también de palmo a palmo, alrechazar lo espiritual, atribuyéndole ser causa de enajenación. ¡Justo cuando lo verdadero es lo contrario: sólo el espíritu es la energía liberadora!
Se ha comprobado de distintas maneras que laperpetua lucha contra la escasez, en la que se afana la economía, sólo es eficaz en un entorno de libertad y de competencia. Que la imposición de planes, métodos, reglas, a partir de un poder centralomnímodo sólo provoca más pobreza y sufrimiento, además de atentar contra la dignidad y la libertad humana.
Empero, la superioridad de la economía libre y de la competencia en el terreno del provechomaterial no debe oscurecer que seguimos en el terreno de los medios. Que por encima de la eficiencia y la eficacia, de la rentabilidad y del bienestar material, están los valores del espíritu sin los...
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