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El deseo abre en nosotros el camino hacia Dios. Es la fuerza vital que nos anima a vivir y a crecer; es la fuerza de la evolución, el orden de la creación, de la vida y del amor. Esla chispa y el fuego, la luz y la oscuridad, la quietud y el movimiento, el tiempo y el espacio. Opuestos que se van resolviendo y unificando en la medida en que encontramos al Dios que buscamos ydeseamos.
Pero cuando nuestros deseos no están orientados a Dios sino al logro de los bienes materiales, se vuelven insaciables; nuestra hambre se transforma en voracidad, y tan rápido como poseemos loque deseamos, somos devorados por aquello mismo que poseemos. Repetimos en nuestra vida el mito de Cronos, el dios pagano del tiempo que devoraba a sus hijos. Y así una y otra vez, vacíos ydesilusionados, nos volvemos a engañar deseando otros bienes que prometan saciarnos.
Desear a Dios es atrevernos a experimentar el deseo de Jesús, que es fuego para el mundo: “He venido a traer fuego a latierra, y como me gustaría que estuviera ardiendo…”
Es necesario animarnos a desear. Desear duele, porque nos hace muy pobres, muy desprovistos, nos hace tocar nuestro límite, nuestra impotencia, nos hacetocar lo que no tenemos, lo que nos falta… Pero a su vez, cuando deseamos, somos lanzados por nuestros mismos deseos al encuentro con Dios que es el único que puede colmarnos. En el itinerario denuestro camino espiritual es necesario volver a encender nuestros deseos, escuchar los anhelos de nuestro corazón y de nuestras entrañas, cada vez que cansados y heridos clamamos a Dios diciendo: ¡Ven...
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