Arena en los zapatos
no hay yo
siempre somos nosotros
muestra tu rostro al fin
para que vea mi cara verdadera
la del otro
mi cara de nosotros…”
Octavio Paz
Arena en los zapatos
La ciudad poseía un agradable olor a azahar y gozaba de una brisa
suave, donde las banderas de sus habitantes ondeaban como espuma al
viento. Todos los niños cabían en ella y todos los niños lo sabían. Del
mismo modoque sabían que cada uno tenía su lugar, como los lápices en
una caja de colores.
Elevados sobre promontorios, en la ciudad había cuatro parques, uno
en cada esquina. Desde todos ellos los niños podían observar el bullicio de
las calles del centro. Los columpios eran nuevos y brillantes y los niños se
sentían orgullosos de la arena de su parque, que era la más fina de todos los
parques.
Laarena les permitía construir hermosos castillos con sus cubos,
perforar túneles con sus palas y, lo más importante, les protegía cuando se
caían. La arena era tan fina que, aunque continuamente se instalaba en las
orejas, cubría sus pestañas y se colaba en sus zapatos, a medida que se
hacían grandes, acababan por no percatarse de ella. Solo a los más
pequeñitos se les veía, de vez en cuando,removiendo los píes buscando
alivio.
Los días festivos los niños disfrutaban con sus familias de largos y
suculentos almuerzos que finalizaban con divertidos juegos a la sombra de
los naranjos. Los días de labor profundizaban en el conocimiento y la
ciencia. Así, las cuatro esquinas se convertían en grandes centros de cultura
y erudición donde cada grupo se fundía con su saber.
Losprimeros, grandes conocedores del mundo de las flores,
reconocían todas las variedades y sus características. Los segundos, que lo
sabían todo sobre la vida de las nubes, podían predecir cómo y en qué
momento iban a modificar su aspecto. Los terceros, maestros en el universo
astral, conocían el lugar exacto de cada estrella en el firmamento. Por
último, los niños del cuarto parque no había nada queno supieran sobre los
árboles.
Todo era apacible y tranquilo. Hasta que aquel olor pestilente e
insoportable se esparció por la ciudad.
Aquel olor era casi imperceptible, pero calaba los huesos con una
lluvia fina y persistente. Nadie sabía de donde procedía y, por supuesto,
mucho menos cómo eliminarlo. Los niños antes enérgicos y despiertos,
empezaron a moverse con dificultad, a sentirsesomnolientos, a perder el
aliento y caer desvanecidos en los bancos, desmayados en los columpios,
desorientados en los toboganes.
Algo iba mal, y cuando algo va mal alguien tiene la culpa.
El reloj marcaba la mitad de un día de primavera cuando los niños se
reunieron bajo sus ondeantes banderas:
-
Así no podemos continuar- dijo un niño, con tanto
esfuerzo que parecía estar quitándoseuna camiseta que le quedaba
pequeña.
-
Es cierto –añadió otro- tenemos que hacer algo- tras lo
que cayó desplomado sobre la arena.
-
No sabemos lo que pasa –dijo un tercero con tanta
dificultad que parecía haber subido corriendo una colina.
-
Son los otros –apostilló un cuarto niño-, los otros,
siempre envidiaron la arena fina de nuestro parque. Nosotros sentenció entrejadeos- debemos preservar la arena fina de nuestro
parque.
Los niños más grandes no comprendían como siendo tan sabios, no
podían hacer nada para eliminar aquel olor. Los primeros buscaron en todas
partes pero nada encontraron. Los segundos, lo intentaron todo pero no
pasó nada. Los terceros escudriñaron el cielo pero nada se veía. Y en
cuanto a los cuartos, se dieron por vencidos perdiendo todaesperanza.
Fue entonces cuando los más pequeños, los que aún sentían de vez
en cuando el leve roce de la arena en sus zapatos, fueron visitados durante
la noche por los aromas de la flor de azahar y la brisa del mar que hasta
entonces había acariciado sus mejillas con suavidad y ternura. Y en sus
sueños, se vieron reflejados en un espejo gigante que, con la fuerza de un
tímido rayo...
Regístrate para leer el documento completo.