Argentina Indigena
Prólogo a la nueva edición
El relanzamiento de la colección de Historia Argentina, decidido por la Editorial Paidos luego de un cuarto de siglo de su publicación en 1.972, ofrece sin duda motivo para una reflexión sobre la acogida que ella sigue encontrando. Las razones para esta acogida han de buscarseno solo en la obra que vuelve ahora a presentarse, sino también -y quizá sobre todo- en las vicisitudes atravesadas por la disciplina histórica a lo largo de ese convulso cuarto de siglo. Estas hacen más fácil entender que un esfuerzo de exploración del pasado -que, cuando proclamaba su ambición de colocarse a la altura de los tiempos, no podía sino referirse a unos que han dejado ya sobradamentede ser los actuales, en un país y un mundo que tienen tan poco en común con los de 1.972 -conserve intacta su atracción sobre un sector no insignificante del público lector. Ello es aun más notable por cuanto esa invocación remite a un pasado incluso más distante de lo que a la fecha de publicación de la obra invitaría a concluir. En efecto, el proyecto que iba a fructificar en esta HistoriaArgentina surgió años antes de esa fecha, a partir de una iniciativa de Boris Spivacow, quien -atraído por la idea de lanzar una nueva historia nacional presentada en fascículos, a semejanza de otros proyectos que venían ya ensanchando incesantemente el caudal de lectores de EUDEBA- deseaba encomendar esa tarea a historiadores jóvenes, cuya selección puso a mi cargo. Los resultados -si se me permitedecirlo- todavía me enorgullecen; recuerdo que Richard Morse, de paso entonces por Buenos Aires, describió a algunos de ellos para el Times Literary Supplement como tough minded young men que seguirían dando que hablar en el futuro, y no puede decirse que ese vaticinio estuviese del todo errado. A la vez, esos historiadores habían adquirido ya los escrúpulos profesionales que hacen difícil producircopia al ritmo que un proyecto como el de EUDEBA requería, y el inesperado respeto que Boris -habitualmente tan impaciente frente a los obstáculos que amenazaban retardar sus planes editoriales- desplegó ante esos escrúpulos contribuyó a que, cuando la intervención lanzada sobre las universidades nacionales por el gobierno de la llamada Revolución Argentina puso fin a la experiencia editorial queél animaba desde Buenos Aires, las distintas secciones de la obra proyectada estuviesen aún en cantera. De ella fueron rescatadas por una iniciativa de Enrique Butelman, quien hizo posible que ella finalmente saliera a la luz bajo el sello de Editorial Paidós -tras continuar su preparación con un ritmo ya menos urgido por perentorios plazos de publicación-. Esa complicada prehistoria explica que, enuna obra colectiva publicada en 1.972, sobreviviese tanto del temple de una etapa ya entonces cerrada de nuestra vida intelectual, la cual había estado marcada por el avance impetuoso de las ciencias sociales tanto en el campo académico como fuera de el. Si un rasgo común puede reconocerse en una obra en la que colaboraron estudiosos cuyas posteriores orientaciones, a veces divergentes, estabanya anticipadas en alguna medida en ella, es esa confianza en la eficacia del contacto con las ciencias sociales como estímulo para una renovación de la disciplina histórica que todos juzgábamos urgente. Es esa compartida convicción la que permite entender que esta historia escrita por muchas manos -y a cuyos autores las dispersiones que se hicieron frecuentes a partir de la Revolución Argentinahacía difícil mantener los contactos hasta entonces habituales, ocasiones en que discutían acerca de las perspectivas que guiaban su trabajo de historiadores- pudiese organizarse, por así decirlo, espontáneamente en una sola narrativa, sustentada en un entramado urdido por el recíproco espejamiento de economía, sociedad y política. Era ésta una perspectiva hasta tal punto compartida que no creí...
Regístrate para leer el documento completo.