aristoteles

Páginas: 47 (11673 palabras) Publicado: 17 de mayo de 2013
Introducción de Francisco Montes de Oca.INTRODUCCIÓN
Del mismo modo que un cuerpo humano minado por la vejez llama a las enfermedades, así elImperio Romano, a fines del siglo IV, llamaba a su seno a los Bárbaros. Y vinieron, en efecto: yllegaron, no sólo como estaban todos habituados a verlos antaño, es decir, como soldados máso menos encuadrados, sino por tribus enteras, con mujeres y niños,con carromatos, carretasde bagajes, caballerías de reserva, animales y rebaños. El término exacto para designar aquelfenómeno, mucho más que la palabra española invasión, que hace pensar, sobre todo, en laentrada de un ejército en un país, sería el alemán Völkerwanderung, migración de pueblos. Loque el universo mediterráneo había conocido más de mil años antes de nuestra Era, cuando losinvasoresarios, griegos y latinos, habían asaltado los viejos imperios, volvió a reproducirse apartir de fines del siglo IV. Uno de los episodios que mayor trascendencia tuvo y que másconmoción causó en el seno del Imperio fue el saqueo de Roma por las tropas de Alarico en elaño 410. Acontecimiento terrible, que depositó un dejo de tristeza aun en los espíritus másfirmes, aunque no fue totalmente inesperado.El propio San Agustín se sintió profundamenteconmovido.Llevaba en el corazón el destino del Imperio, por lo ligado que lo creía al destino de la Iglesia.Dos años antes había sabido con gran consternación, por una carta del presbítero Victoriano,cómo los vándalos habían invadido la infortunada España y cómo habían incendiadosistemáticamente todas las basílicas y asesinado, casi sin excepción, acuantos siervos de Diospudieron capturar. Y a comienzos del 409, cuando los visigodos amenazaron por vez primera laCiudad eterna, reprendía Agustín a una matrona allí residente, porque, habiéndole escrito tresveces, nada le contaba sobre la situación de Roma: "Tu última carta no me dice nada sobrevuestras tribulaciones. Y querría saber qué hay de cierto en un confuso rumor llegado hasta míacerca deuna amenaza a la Ciudad" El temor del obispo de Hipona se convertiría en desoladorarealidad en menos de dos años. Roma, la inexpugnable Roma, fue conquistada por Alarico yentregada al saqueo; la Ciudad eterna tuvo que confesarse mortal. La fecha del 24 de agosto de410 sonó en los oídos romanos como la campana de la agonía. Durante cuatro díasconsecutivos se desencadenó allí un frenesí de crímenesy de violencias, en una atmósfera depánico. Pocos días después llegaba al África la terrible nueva: ¡Roma acababa de ser saqueadapor los bárbaros! La vieja capital, inviolada desde los lejanos tiempos de la invasión gala, habíasido forzada por las bandas de un godo y gemía todavía bajo el peso de sus ultrajes. Y tras lanueva, fueron llegando algunos de los que lograron escapar a la catástrofe.Veíasedesembarcar, en atuendo mísero y con la mirada turbada, a aristócratas fugitivos portadores delos más ilustres apellidos romanos.Se escuchaban sus relatos acerca de los actos de terror en la ciudad, los palacios incendiados,los jardines de Salustio en llamas, la casa de los ricos, la sangre que manchaba los mármolesde los foros, los carros de los bárbaros atestados de objetos preciosos robados ymaltrechos.Familias enteras habían quedado aniquiladas, habían sido asesinados senadores, violadasvírgenes consagradas a Dios, y la anciana Marcela había sido abandonada por muerta en supalacio del Ayentino, por no haber podido mostrar a los bárbaros asaltantes ningún escondrijode oro y haberles rogado solamente que respetaran el honor de su joven compañera Principia.Se los oía con horror y serepetían por doquiera sus relatos, mientras ellos, los últimosromanos, se daban prisa en abandonar la minúscula ciudad portuaria y marchaban a Cartago,donde inmediatamente ocupaban otra vez localidades en el teatro, y donde, con la presencia delos fugitivos romanos, la locura y barahúnda eran mayores que antes. Pero la impresión de lacaída de Roma no podía borrarse fácilmente. El mundo parecía...
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