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Las ratas
Las ratas
Miguel Delibes
Colección: Biblioteca Miguel Delibes
Director editorial: Virgilio Orrega
Coordinación: Pilar Mora
Realización: Macarena de Eguilior
Diseño cubierta: Hans Romberg Realización gráfica: Noemí Reyes
Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente,
sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechosreservados.
© Miguel Delibes
© Ediciones Destino, S.A.
© de esta edición
Editorial Planeta DeAgostini, S.A., 2002
Aribau, 185. 08021 Barcelona
www.planetadeagostini.es
ISBN: 84–395–9523–9
Depósito legal: B. 8.922–2002
Imprime: Cayfosa–Quebecor. S.A.
Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)
Distribuye: Logista
Aragonés, 18 – polígono Industrial Alcobendas
28108 Alcobendas (Madrid)
Prinred in Spain– Impreso en España
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Las ratas
Miguel Delibes
Si alguno quiere ser el primero, que sea
el último de todos y el servidor de todos. Y
tomando un niño lo puso en medio de ellos...
(Marcos, 9, 35-38)
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Las ratas
Miguel Delibes
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Las ratas
Miguel Delibes
1
Poco después de amanecer, el Nini se asomó a la boca de la cueva y contempló la nube de
cuervos reunidosen concejo. Los tres chopos desmochados de la ribera, cubiertos de pajarracos,
parecían tres paraguas cerrados con las puntas hacia el cielo. Las tierras bajas de don Antero, el
Poderoso, negreaban en la distancia como una extensa tizonera.
La perra se enredó en las piernas del niño y él le acarició el lomo a contrapelo, con el sucio
pie desnudo, sin mirarla; luego bostezó, estiró los brazos ylevantó los ojos al lejano cielo arrasado:
–El tiempo se pone de helada, Fa. El domingo iremos a cazar ratas –dijo.
La perra agitó nerviosamente el rabo cercenado y fijó en el niño sus vivaces pupilas
amarillentas. Los párpados de la perra estaban hinchados y sin pelo; los perros de su condición rara
vez llegaban a adultos conservando los ojos; solían dejarlos entre la maleza del arroyo,acribillados
por los abrojos, los zaragüelles y la corregüela.
El tío Ratero rebulló dentro, en las pajas, y la perra, al oírle, ladró dos veces y, entonces, el
bando de cuervos se alzó perezosamente del suelo en un vuelo reposado y profundo, acompasado
por una algarabía de graznidos siniestros. Únicamente un grajo permaneció inmóvil sobre los
pardos terrones y el niño, al divisarlo, corrió haciaél, zigzagueando por los surcos pesados de
humedad, esquivando el acoso de la perra que ladraba a su lado. Al levantar la ballesta para liberar
el cadáver del pájaro, el Nini observó la espiga de avena intacta y, entonces, la desbarató entre sus
pequeños, nerviosos dedos, y los granos se desparramaron sobre la tierra.
Dijo, elevando la voz sobre los graznidos de los cuervos que aleteabanpesadamente muy
altos, por encima de su cabeza:
–No llegó a probarla, Fa; no ha comido ni siquiera un grano.
La cueva, a mitad del teso, flanqueada por las cárcavas que socavaban en la ladera las
escorrentías de primavera, semejaba una gran boca bostezando. A la vuelta del cerro se hallaban las
ruinas de las tres cuevas que Justito, el Alcalde, volara con dinamita dos años atrás. Justo Fadrique,el Alcalde, aspiraba a que todos en el pueblo vivieran en casas, como señores.
Al tío Ratero le atosigaba:
–Te doy una casa por veinte duros y tú que nones.
¿Qué es lo que quieres, entonces?
El Ratero mostraba sus dientes podridos en una sonrisa ambigua, entre estúpida y socarrona:
–Nada –decía.
Justito, el Alcalde, se irritaba y, en esos casos, la roncha morada de la frente se reducía aojos
vistas, como una cosa viva:
–¿Es que no te da la gana entenderme? Quiero acabar con las cuevas. Se lo he prometido así
al señor Gobernador.
El Ratero encogía una y otra vez sus hombros fornidos, mas luego, en la taberna, Malvino le
decía:
–Ándate al quite con el Justito. El tipo ese es de cuidado, ya ves. Peor que las ratas.
El Ratero derrumbado sobre la mesa le enfocaba implacable sus...
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