Arquitectos Del Consenso De Washington

El filósofo español Ortega y Gasset afirmaba en el Prólogo para Franceses de La Rebelión de las Masas que: “Definimos el lenguaje como el medio que nos sirve para expresar nuestros pensamientos” y agregaba que lo de menos es que el lenguaje sirva también para ocultarlos, para mentir.”[1] Podríamos extrapolar esta afirmación y aplicarla al Consenso de Washington. Tras una confusa cortina dediagnósticos y propuestas de solución aparentemente encaminadas a sacar a los países latinoamericanos de su crisis económica estructural, dicho Consenso oculta la clara intención de anular los nacionalismos económicos y los medios nacionales de control interno y abrir la puerta a una voraz iniciativa privada extranjera, respaldada por una conjunto de instituciones internacionales como el FMI, el BancoMundial, la OMC, la Comisión Europea y hasta las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, en calidad de autoridades por propio derecho.

El consenso sobre la naturaleza de la crisis y las reformas requeridas forman un paquete bien armado, cuya intención de fondo, es reducir la función del estado a una mínima expresión, quitarlo de en medio, y dejar que las fuerzas del mercadofluyan “libremente” para fijar, sobre todo, las tasas de interés, los precios en general y el tipo de cambio. Hacen propuestas concebidas ya antiguamente: una “auténtica” disciplina fiscal, el cambio de prioridades del gasto público, la reforma tributaria y acabar con el proteccionismo, el exceso de regulación y las empresas públicas. Estas iniciativas, originalmente norteamericanas, se vienenescuchando desde los años sesenta y aun antes. La bandera suprema es la estabilidad, pero para sus negocios, no la de los países que pretenden salvar.

Las preguntas a responder serían: ¿Se puede ceder en todo lo propuesto y aun así conservar la independencia relativa, pero real de los gobiernos latinoamericanos elegidos democráticamente, es decir, con capacidad del pueblo para evaluar y decidir?¿Es factible aplicarlas en los países en desarrollo, en el contexto de una economía mundial tan evidentemente manipulada por los “señores de la economía privada” que integran un gobierno mundial sin fundamento constitucional? ¿La falsa globalización, la falsa liberalización, basadas en medidas extra nacionales impuestas por un país, como los Estados Unidos, o bien por organismos internacionales, comolas privatizaciones en España exigidas por el FMI, pueden rechazarse si no se consideran aceptables para una nación?
Chomsky, en un brillante artículo de 1998, implícitamente contesta de manera negativa a todas estas preguntas. Para él, “los conocimientos sobre la economía del desarrollo son muy limitados… [y] constantemente se hacen conclusiones con poco fundamento”[2]; entre este tipo deconclusiones se encuentra el Consenso de Washington. Después de examinar lo anteriormente mencionado se ha comprobado que “las políticas de desarrollo económico no «sirvieron para su objetivo declarado» y estaban basadas en «malas ideas»... que benefician a los grupos poderosos.”[3] Sin embargo, “fue una «mala idea» para los sometidos pero no para los planificadores ni para la élites localesasociadas con éstos”, que “sitúan los beneficios por encima de las personas.”

Mientras tanto, en los países del primer mundo, donde operan las grandes corporaciones que promovieron el Consenso de Washington, “la intervención del estado ha desempeñado un papel central en el crecimiento económico”, violando radicalmente la aprobada doctrina del mercado libre.[4]

En su obra sobre el libremercado y la crisis del 2008, Joseph E. Stiglitz,[5] apunta no solo el proceso de dicha crisis sino el sinnúmero de advertencias que economistas de criterio independiente emitieron oportunamente sobre un desplome de la economía estadounidense, entre ellos Nouriel Roubini, George Soros, Stephen Roach, Robert Shiller y Robert Wescott. Stiglitz deja establecido que en su país habían tenido “cracs en...