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Pienso que uno de los lugares que con más frecuencia asisto es el Mercado Modelo, para realizar mis compras de la semana y, en el que más he percibido más de cerca, que nuestra sociedadcontempla que al llegar a la tercera edad es sinónimo de ABANDONO. Un ejemplo, en el que en reiteradas ocasiones he sido testigo del trato indiferente y hasta indolente que cometemos en contra deaquellos ancianos, fue cuando una mañana, que caminaba junto con mi abuelo, observe a varios ancianos entre 70 u 80 años, quienes trabajan en la venta de bolsitas negras que nosotros quizá en algún momentonos hemos cruzado o conocemos muy bien, y que particularmente me causó una sensación extraña que no sabría cómo explicarlo, podría describirse como un hoyo profundo en el estómago que no podríallenarlo con nada.
Me hizo preguntarme… ¿Cómo se llamarán o qué hacen a su edad en aquel lugar?, en vez de estar en su casa, viendo la televisión o descansando en un mueble acogedor; pero están aquí,vestidos con trapos viejos y zapatos desgastados, donde cada día tratan de ganar aunque sea s/. 10 céntimos para comer, hecho que me entristece y enfurece al mismo tiempo.
Me doy cuenta que en laactualidad no sólo existe abandono hacia los mayores por parte de su familia (como los ancianos en el mercado), si no también quienes durante años han aportado por un seguro, el cual es insuficiente y hastainhumano, ¿cómo es posible dejarlos por horas frente a una puerta o que formen colas desde las 3 ó 4 de la mañana para una única cita donde acuden más de 100 personas?
En algunos momentos olvidamosque una persona mayor nos transmite valores, conocimientos, y cuando su capacidad se ve deteriorada, continúa siendo un ser excepcional que transmite una inmensa sabiduría ante una vida que losenfrenta en su último tramo al olvido y malos tratos. A veces los ancianos simplemente prefieren negar una realidad que les resulta insoportable y terminan en centro de reposo, absortos en su propio mundo....