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La muerte de Blas Brunicelli es un duro revés para los venezolanos. Universitario a carta cabal, fue numerario de cuatroacademias nacionales: la Venezolana de la Lengua, la Nacional de la Historia, la de Medicina y la de Ciencias Físicas y Naturales. A todas llegó por méritos sobrados, pues más allá de su condición de médicoeminente, su presencia fue activa y muy destacada, e hizo valiosos aportes en los diversos campos del conocimiento que ellas abarcan.
Blas fue un sabio, en el amplio sentido del vocablo.
Dedicómucho tiempo de su vida al estudio, y por eso sabía de todo. Ya cumplidos sus ochenta años de edad obtuvo el título de doctor en Filosofía, con una tesis sobre un importante tema aristotélico que merecióel elogio, y no solo la aprobación del jurado.
Su fervor universitario hizo que, ya jubilado como docente en la Facultad de Medicina, siguiese siendo hasta su muerte profesor de Griego en la deHumanidades y Educación, ambas de la U.C.V. su Alma Mater.
Sin embargo, si un rasgo definió siempre su recia personalidad fue la discreción y el recato. Nunca practicó eso tan falso y, paradójicamente,tan arrogante como la modestia. Al contrario, siempre tuvo plena conciencia de su sabiduría, pero jamás hizo alarde de ella.
Blas nunca fue un político. La política, tal como se ha practicado enVenezuela durante décadas, le parecía detestable, reñida con su discreción, su buen sentido y su honestidad. No obstante, supo ser un ciudadano, y cumplir las obligaciones que en tal sentido considerabaque tenía cada uno de los venezolanos. Toda la vida fue fiel a su ideología socialdemócrata, militó en el partido Acción Democrática y llegó a ser Ministro de Sanidad durante el primer gobierno deCarlos Andrés Pérez. Pero su ideología y su militancia políticas no le impidieron ser siempre muy crítico, aunque sin estridencias, frente a su partido y en relación con las actuaciones de este.
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