Arte
Fuente: “Escritos de Estética y Semiótica del Arte”
Autor: Jan Mukarovsky
Edit. Gustavo Gili S. A., Barcelona. 1977
Nota: El texto no incluye notas al pie de página.
Transcripción: Damián Toro.
www.damiantoro.com
Está cada vez más claro que el contenido de la consciencia individual viene dado hasta en sus profundidades por los contenidos que pertenecen a la consciencia colectiva. Por consiguiente, los
problemas del signo y de la significación son cada vez más importantes, ya que cada contenido
psíquico que sobrepasa los límites de la consciencia individual adquiere ya por el mero hecho de
su comunicabilidad, el carácter de signo. La ciencia sobre el signo (semiología según Saussure, semantología según Bülher) tiene que ser
elaborada en toda su amplitud. Del mismo modo que la lingüística actual (cf. las investigaciones
de la Escuela de Praga, es decir del Círculo Lingüístico de Praga) amplía el campo de la semántica
al tratar desde este punto de vista todos los elementos del sistema lingüístico, incluso los
elementos fonéticos, así los resultados de la semántica lingüística deben ser aplicados a todas las demás series de signos, y distinguidos según sus rasgos especiales. Existe incluso todo un grupo
de ciencias interesadas particularmente en los problemas del signo (igual que en los problemas
de la estructura y del valor que están, dicho sea de paso, estrechamente vinculados con los del
singo; así por ejemplo una obra de arte es al mismo tiempo un signo, una estructura y un valor).
Son las llamadas ciencias del espíritu (Geisteswissenschaften, sciences morales), que trabajan
con un material que posee, gracias a su doble existencia en el mundo de los sentidos y en la
consciencia colectiva, el carácter más o menos manifiesto de signo.
La obra artística no puede ser identificada –tal como lo pretendía la estética psicológica‐ ni con el estado de ánimo de su autor ni con ninguno de los estados de ánimo que evoca en los sujetos que
la perciben: está claro que cada estado subjetivo de la consciencia tiene algo de individual y
momentáneo que lo hace indescriptible e incomunicable en su conjunto, mientras que la obra
artística está destinada a servir de intermediario entre su autor y la colectividad. Queda todavía “la cosa” que representa la obra artística en el mundo sensorial y que es accesible a la percepción
de todos, sin distinción alguna. Pero la obra de arte no puede ser reducida tampoco a esta “obra‐
cosa”, porque a veces ocurre que la obra‐cosa cambia totalmente tanto su aspecto como su
estructura interna al trasladarse en el tiempo y en el espacio; cambios de este tipo se hacen
evidentes, por ejemplo, al comparar una serie de traducciones sucesivas de una misma obra
poética. La obra‐cosa funciona, pues, únicamente como símbolo exterior (significante, significant
según la terminología de Saussure) al que le corresponde, en la consciencia colectiva, una
significación determinada (que a veces se denomina “objeto estético”) caracterizada por lo que
tienen común los estados subjetivos de la consciencia, evocados por la obra‐cosa en los
miembros de una colectividad determinada. Frente a este núcleo central que pertenece a la
consciencia colectiva, existen evidentemente en cada acto de percepción de una obra artística elementos psíquicos subjetivos que equivalen aproximadamente a lo que Fechner resumía con el
término de “factor asociativo” de la percepción estética. Estos elementos subjetivos pueden
también ser objetivados, pero sólo mientras su calidad general o su cantidad estén determinadas
por el núcleo central que se encuentra en la consciencia colectiva. Así por ejemplo el estado de ...
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