Artículo del pensamiento
Por: Alejandro Rutto Martínez
Era sábado, día de pago para quienes trabajaban en las faenas de construcción y mi padre salió de casa presuroso, cuando elsol indicaba que el mediodía daba paso a la tarde. Su finalidad: recibir el pago por todos los viajes hecho durante la semana a los ingenieros para los cuales trabajaba. Corrían los años setenta y enMaicao se construían grandes edificios, locales comerciales y bodegas para almacenar mercancías.
Cuando anochecía el viejo regresó con las manos vacías: el pago no se hizo efectivo y le pidieronesperar hasta el próximo lunes. Mi mamá, para consolarlo, echó mano de uno los dichos de su extenso repertorio y, antes de que siguiera con los lamentos le dijo "paciencia piojo que la noche es larga".Así solía decir nuestra madre, una riohachera de pura cepa, cuando las cosas parecían complicarse y tomaban un color, digamos, poco favorable a los intereses de la familia o a nuestros deseos oesperanzas. Cuando ella decía así todos sabíamos que lo recomendable era tener calma y saber que el desenlace, de ser favorable, no sería en corto tiempo. Esa noche mi papá se que a dormir sin plata enlos bolsillos pero con la convicción de que no debía preocuparse por algo que no estaba en sus manos resolver.
Mi madre y sus contemporáneos, casi todos ellos de pocos años en la escuela,aprendieron comunicación, lenguaje, música y hasta un poco de literatura en las tertulias vespertinas que los reunía a todos, niños, jóvenes, adultos y ancianos, para intercambiar las vivencias del día. Era untiempo en que la palabra fluía, el tiempo se detenía y el conocimiento era compartido de manera franca, abierta y amena.
Algunos aprendieron más que otros pero nuestra representante en esasconcurridísimas reuniones de la Calle del Carmen, aprendió, sobre todo, hermosas letras de boleros y dichos con los cuales nos guió durante todo el tiempo en que estuvo con nosotros. Y tenía uno para...
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