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Indefensión. Madrid: Ed. Debate. Edición española 1981. (Fragmento)
DEPRESIÓN
Recientemente vino a verme una mujer de mediana edad en busca de tratamiento
psicoterapéutico. Según dice, cada día es una nueva batalla para lograr seguir adelante.
En sus días malos no tiene ánimo suficiente ni para levantarse de la cama, y cuando sumarido vuelve a casa por la noche le encuentra todavía en pijama y con la cena sin
preparar. Llora muy a menudo y hasta sus momentos de mejor humor se ven
continuamente interrumpidos por ideas de fracaso e inutilidad. Tareas tan
insignificantes como vestirse o hacer la compra le resultan muy difíciles, y el menor
obstáculo le parece una barrera infranqueable. Al recordarle que es una mujeratractiva
y sugerirle que salga a comprar un vestido nuevo, me contesta: “Eso es demasiado
difícil para mí. Tendría que atravesar la ciudad en autobús, y probablemente me
perdería. Suponiendo que llegase a la tienda no podría encontrar un vestido que me
viniera bien. Y además, ¿de qué me serviría si soy tan poco atractiva?”.
Su forma de hablar y de andar es lenta, y su rostro tiene un aspectotriste. Hasta
su última crisis había sido una mujer vivaz y activa, presidenta de la asociación de
padres de su barrio, anfitriona encantadora, jugadora de tenis y poeta en sus ratos libres.
Entonces ocurrieron dos cosas: sus hijos gemelos empezaron a ir a la escuela y su
marido fue ascendido a un puesto de gran responsabilidad dentro de su empresa, lo que
le obligó a estar fuera más a menudo.Ahora ella languidece pensando si merece la pena
vivir, y ha jugado con la idea de tomarse todo el frasco de píldoras antidepresivas de
una sola vez.
LA CHICA DE ORO
Nancy llegó a la universidad con un excelente expediente de bachillerato. Había
sido presidenta de su clase y una guapa y popular animadora. Siempre había tenido todo
lo que quería; las buenas notas llegaban fácilmente y los chicosse peleaban por
conseguir su atención. Era hija única y sus padres la adoraban, estando siempre prestos
a satisfacer todos sus caprichos; sus éxitos eran para ella equivalentes al triunfo, sus
fracasos una agonía. Sus amigos la apodaban la Chica de Oro.
Cuando yo la conocí estaba en su segundo año de carrera, y ya no era la Chica
de Oro. Decía que se sentía vacía y que todo había dejado deinteresarle; las clases le
aburrían, y el sistema académico le parecía ser en su conjunto una conspiración opresora
destinada a sofocar su creatividad. El semestre anterior había tenido dos suspensos. Se
había acostado con varios jóvenes, y en aquel momento vivía con un marginado.
Después de cada aventura sexual se sentía inútil y explotada. Sus relaciones estaban a
punto de fracasar, y nosentía más que desprecio por su compañero y por sí misma.
Había tomado drogas blandas muy frecuentemente, y durante un tiempo estuvo
encandilada con ellas. Pero entonces, hasta las drogas había dejado de interesarle.
Se estaba especializando en filosofía y sentía una marcada atracción emocional
hacia el existencialismo: igual que los existencialistas, pensaba que la vida era absurda y
1que cada persona debía crear el sentido de su propia existencia. Esta idea le llenaba de
una desesperación que se acrecentaba al darse cuenta de que sus esfuerzos por dar
sentido a su existencia (participando en movimientos feministas y contra la guerra del
Vietnam) eran infructuosos. Cuando le recordé que había sido una estudiante
aventajada, y que seguía siendo una persona valiosa y atractivaestalló en lágrimas y
exclamó: “También a usted le he engañado”.
ANSIEDAD E IMPREDECIBILIDAD
Mientras escribo estas páginas está teniendo lugar un debate en la sección de
correspondencia de las páginas de viajes del New York Times dominical. Aunque el
debate pueda parecer una tempestad en un vaso de agua, lo cierto es que tiene un
considerable interés práctico y teórico. La señora...
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