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Páginas: 14 (3431 palabras) Publicado: 29 de agosto de 2014
José Diez Canseco
(Lima, 1904 - 1949)
Tal vez sea el autor que inicia el tratamiento de los temas urbanos a través de sus personajes marginales. Seres cotidianos que deambulan con sus tristezas en esta ciudad de comienzos de siglo veinte. Su obra está reflejada en Estampas mulatas (cuentos) y Duque. (Novela)
EL TROMPO

Sobre el cerro San Cristóbal la niebla había puesto una capota sucia quecubría la cruz de hierro. Una garúa de calabobos se cernía entre los árboles lavando las hojas, transformándose en un fango ligero y descendiendo hasta la tierra que acentuaba su color pardo. Las estatuas desnudas de la Alameda de los Descalzos se chorreaban con el barro formado por la lluvia y el polvo acumulado en cada escorzo. Un policía, cubierto con su capote azul de vueltas rojas, daba unospasos aburridos entre las bancas desiertas, sin una sola pareja, dejando la estela fumosa de su cigarrillo. Al fondo, en el convento de los frailes franciscanos se estremecía la débil campanita con su son triste. En esa tarde todo era opaco y silencioso. Los automóviles, los tranvías, las carretillas repartidoras de cervezas y sodas, los "colectivos", se esfumaban en la niebla gris azulada ytodos los ruidos parecían lejanos. A veces surgía la estridencia característica de los neumáticos rodando sobre el asfalto húmedo y sonoro y surgía también, solitario y escuálido, el silbido vagabundo de un transeúnte invisible. Esta tarde se parecía a la tarde del vals sentimental y huachafo que, hace muchos años, cantaban los currutacos de las tiorbas:
¡La tarde era triste,
la nieve caía! ...
Porla acera izquierda de la Alameda iba Chupitos y a su lado el cholo Feliciano Mayta.Chupitos era un cambio de diez años, con dos ojazos vivísimos, sombreados por largas pestañas y una jeta burlona que siempre fruncía con estrepitoso sorbo. Chupitos le llamaron desde que un día, hacía un año más o menos, sus amigos le encontraron en la puerta de la Botica de San Lázaro pidiendo:-¡Despácheme estareceta! ...Uno de los ganchos, Glicérido Carmona, le preguntó:-¿Quién está enfermo en tu casa?-Nadie… Soy yo que me han salido unos chupitos...Y con chupitos quedó bautizado el mocoso que ahora iba con Feliciano, Glicérido, el Bizco Nicasio, Faustino Zapata, pendencieros de la misma edad que vendían suertes o pregonaban crímenes, ávidamente leídos en los diario que ofrecían. Cerraba la marchaRicardo, el gran Ricardo el famoso Ricardo que, cada vez que entraba a un cafetín japonés a comprar un alfajor o una comicalla, salía, nadie sabía cómo, con dulces y bizcochos para todos los feligreses de la tira.- ¡Pestaña que uno tiene, compadre! Gran pestaña, famosa pestaña que un día le falló, desgraciadamente como siempre falla, y que le costó una noche íntegra en la comisaría, de donde salió conel orgullo inmenso de quien tiene la experiencia carcelera, que él sintetizaba en una frase aprendida de una crónica policial:-Yo soy un avezado en la senda del crimen. El grupo iba en silencio. El día anterior, Chupitos había perdido su trompo jugando a la “cocina" con Glicérido Carmona, ese juego infame y taimado, sin gallardía de destreza, sin arrogancia de fuerza. Un juego que consiste en irempujando el trompo contrario hasta meterlo dentro de un círculo, en la "cocina", en donde el perdidoso tiene que entregar el trompo cocinado a quien tuvo la habilidad rastrera de saberlo empujar. No era ese un juego de hombres. Chupitos y los otros sabían bien que los trompos, como todo en la vida, deben pelearse a tajos y a quiñes, con el puñal franco de las púas y sin la mujeril artería delempellón. El pleito tenía que ser siempre definitivo, con un triunfador y un derrotado, sin prisionero posible para el orgullo de los mulatos palomillas. Y, naturalmente, Chupitos andaba medio tibio por haber perdido su trompo. Le había costado veinte centavos y era de naranjo. Con esa ciencia sutil y maravillosa, que sólo poseen los iniciados, el muchacho había acicalado su trompo así como su padre...
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