Asturias Miguel Angel El Espejo De Lida Sal
Miguel Ángel Asturias
El espejo
de Lida Sal
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Pórtico
El espejo de Lida Sal
Juanantes el encadenado
Juan Hormiguero
Juan Girador
Quincaju
Leyenda de las tablillas que cantan
Leyenda de la máscara de cristal
Leyenda de la campana difunta
Leyenda de Matachines
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Pórtico
Y esto ocurre en un país de paisajes dormidos. Luz de encantamiento y esplendor. País verde.
País de los árboles verdes. Valles, colinas, selvas, volcanes, lagos verdes, verdes bajo el cielo
azul sin una mancha. Y todas las combinaciones de los colores florales, frutales y pajareros en
el enjambre de las anilinas. Memoria del temblor de la luz. Anexiones de agua y cielo, cielo y
tierra. Anexiones. Modificaciones. Hasta el infinito dorado por el sol. Pero rompamos,
rompamos ya este espacio de colores de fuego, tratando de alcanzar al tacto la dulzura de la
piedra tierna que se corta para edificar ciudades, torres, dioses, monstruos, la dureza de las
obsidianas, goterones de las noches más profundas, y el verde perfecto de las jadeítas. Otro
tacto para las frutas. Dedos de navegaciones que rodean la redondez de cada poma enloquecida
de perfume y derramada de miel. El paisaje cambia, la luz cambia, cambia el mundo de la
piedra junto a las frutas tropicales, vecindad que traslada lo real, visible, palpable, a la región
del oler y gustar. Nueva delicia. Para qué explicarse. Intimas estructuras derramadas. El agua
es un espejo. Alguien ha roto las historias antiguas y canta. El encuentro fortuito. La revancha.
Cantar en medio de un mundo de imágenes que ya de por sí son estampas inigualables. Sólo
iguales a ellas mismas. Guatemala sólo es igual a ella misma. Presencias y ausencias
misteriosas. Lo que calla el enigma. No hace falta leer los jeroglíficos. Se leen las estrellas. El
huracán azul no ha vuelto de las edades. Tornará y entonces, edades y estilos, mensajes y
leyendas nos serán comunicados. Mientras tanto, gozad, gocemos de esta Guatemala de
colores, verde universo verde, herido por el primer sílice caído de los astros.
La imaginación juega. Hay relieves, pirámides, templos en las ciudades apagadas.
Detenerse, imposible. El vértigo sigue al instante en que sobrecogidos, extasiados,
contemplamos la ciudad de Tikal. Arroyos de ruido húmedo, voces, entrechocarse de troncos,
aletear de aves, que van a dar al mar inmenso del silencio. Todo palpita, vive, se desangra en
verdor sobre la inmensa lámina endurecida del Peten. Sed geológica, milenaria, no de arenas o
desiertos, sino establecida bajo bosques luminosos y fragantes. ¿Por qué? ¿Por qué esta pizarra
que se traga el agua, negadora de posibilidades de vida para el hombre, y estos bosques de
abundancia y locura? ¡Dioses! ¡Dioses! Y desde entonces todo yuxtapuesto. Sobre pirámides,
pirámides. Sobre divinidades esculpidas, duchas de jeroglíficos. El arte de volver la piedra,
vapor de sueño. Todo yuxtapuesto. El idioma. La cadencia. Constancia de crecimiento mineral.
El ojo no acostumbrado se equivoca. Hay un rigor de muerte debajo de tanta cosa viva. Las
más bellas especies animales. Los pájaros más bellos. El quetzal. Y el de la garganta con todos los sonidos musicales, el cenzontle. Las mariposas. Calistenia de alas de orquídeas. Los reptiles
de pieles de preciosas piedras. Algún cambia—colores. Algún sueña—colores. El pavo azul.
Más allá, sólo el cielo. Hipótesis. Oh, frágiles hipótesis, ante este mundo auténtico, cambiante
entre el parpadear de los días de un calendario no encontrado.
Un calendario de pasos. El calendario ...
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