Atreverse a argumentar

Atreverse a argumentar
Mario Gensollen 13 agosto, 2013 Ciencia y Academia

Dos verbos se sitúan en el título de este texto. Quizá debería dar alguna razón por la cual deben figurar en la misma oración. Para ello, podría argumentar. O bien, podría no hacerlo. Podría dejar al lector la tarea de intuir mis razones, o bien de reconstruir el posible argumento que hay detrás de mi decisión. Noobstante, daré algunas razones para ello, y esto porque una de las conclusiones que quiero defender aquí es que la argumentación es necesaria: no un mero capricho idiosincrático o estilístico de la escritura, tampoco un rasgo de carácter o temperamento de quien dialoga, sino la característica central o definitoria de la comunicación humana. En breve, la segunda conclusión a la que habré de llegar esque argumentar es un atrevimiento, y que atreverse a argumentar es el rasgo ideal del carácter de los ciudadanos de una cultura civilizada y pacífica.
Aunque a algunos no les plazca admitirlo, argumentamos con pasmosa naturalidad y en contextos de lo más ordinarios: cuando deseamos defender una propuesta, sentar una opinión o rebatir la contraria, defender una solución, suscitar un problema,fundar un veredicto, justificar una decisión, o convencer a nuestro interlocutor de ciertas ideas o posturas. Argumentamos siempre que conversamos, porque la argumentación es una forma de conversación. De este modo, argumentar consiste en ofrecer una serie de enunciados para apoyar a otro enunciado que plantea ciertas perplejidades o conflictos, y argumentando procuramos resolver innumerablesdificultades en torno a nuestras creencias (algunas de ellas, decisivas).
He de suponer en este punto que ya me ha conseguido algunos enemigos. No pocos piensan presuntuoso el hecho de dar razones. Muchas personas se sienten intimidadas ante aquellos que no sólo expresan sus opiniones, sino que poseen y brindan razones que las sustentan. Los anglosajones tienen dos adjetivos que describen nuestrasituación: ‘opinionated’ y ‘opinionative’. Con ambos, tratan de calificar actitudes tercas y dogmáticas de aquellos que expresan sus opiniones sin ofrecer razones en su favor, ni están dispuestos a escuchar razones en su contra.
Si uso un horrendo anglicismo, puedo decir que nuestra cultura se caracteriza por la presencia de innumerables pandas de ‘opinadores’ tanto amateurs como profesionales: en losmedios contamos con individuos que se creen habilitados para brindar una opinión respecto a cualquier tema de la agenda, o a juzgar cualquier acción u objeto que se presente ante sus ojos; en la sobremesa, siempre hay un médico, abogado, entrenador deportivo, crítico de arte, informático, dietista, político, o lo que se requiera en cada caso. Opinar cuesta poco o nada. Todos nos permitimos una queotra vez hacerlo como si supiéramos de lo que hablamos, y lo hacemos con tal vehemencia que parece que sabemos tanto del asunto como quien ha dedicado su vida a estudiar o trabajar sobre el punto en cuestión.
Una de las más perversas consecuencias de nuestra incipiente democracia es que todos sienten como su deber el  opinar sobre cualquier asunto público, y sienten también que su opinión esigualmente valiosa que cualquier otra. El virus subjetivista y la herejía relativista infectan cada ángulo y prisma de nuestra estulta sociedad. Mujeres y hombres han dejado de ser fieles a los hechos para ser fieles a sí mismos. Así, para nuestros bienintencionados y vetustos antropólogos y sociólogos, cada cabeza es un mundo, y cada cultura es su propia norma. Así, todo vale, y vale igual. Creer queuna aspirina es adecuada para aliviar el dolor de cabeza tiene la misma valía —para nuestros científicos sociales— que la creencia en que la acupresión lo hace con la misma eficacia. ¡Intolerante aquél que cuestione las creencias en el Shiatsu, la aromaterapia o la acupuntura! ¡Cientista aquél que niegue las posibles enseñanzas de la geomancia, la astrología, el tarot y la numerología!
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