Augusto Roa Bastos y el trueno de las hojas
entre las hojas
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El poeta: de Garcilaso, a Garcfa Lorca
N
o hay entre los escritores jóvenes del Paraguay nadie que iguale o supere a Augusto Roa Bastos. Como artifice del verso y
de la prosa, como maestro consumado de los recursos de su oficio,
no tiene rival entre los miembros de su generación. Su laboriosa,
ininterrumpida e intensa formaciónliteraria; sus largos años de lento aprendizaje en un afán de ensayar su creciente destreza en todos
los estilos y géneros literarios; en suma, su infatigable voluntad de
perfección y la disciplina que se ha impuesto para lograrla, le han
hecho dueño de un idioma poderoso en imágenes, ágil, flexible, rico
en colores y en matices, cabalmente adecuado para la pintura del
inundo exterior y para elanálisis de complejisimas reacciones psicológicas.
Roa Bastos, sin embargo, como su compatriota Natalicio González, el más brillante escritor de una generación anterior, es un
autodidacto. En cierto modo ha sido una circunstancia favorable
tanto para Roa como para González el no ser bachilleres ni doctores. Acaso su misma carencia de títulos académicos les llevara a
conquistar el puesto de honor quetienen entre los intelectuales de
su país, en virtud de un esfuerzo personalisimo, cuyos resultados
compensaran con creces las ventajas de la disciplina escolástica. Así
evitaron la vana complacencia doctoral -tan común en el
nedio-,
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REVISTA
IBEROAMERICANA
y esa deleznable seguridad que ofrece una presunción de capacidad y de saber, oficializada por un grave documento, amenudo falto
de significación efectiva.
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Roa Bastos se inició en las letras hace unos veinte años, con la
imitación de los grandes poetas españoles del Renacimiento. Allá
por 1935, escribe unos sonetos
parecen arrancados de una antologia del siglo xvi Su primer maestro es Garcilaso de la Vega.
El extraordinario poder que tiene Roa para el dominio de las
más diversas maneras de la lengualiteraria, le permite manejar sin
esfuerzo el español del Siglo de Oro, como si este adolescente, nacido en el corazón subtropical de la América del Sur, en el segundo
decenio del siglo xx, no tuviera otra patria espiritual que la España
de Carlos V ni otro reino poético que el neoplatonismo renacentista
en una arcadia ideal de eterna primavera. 1
Sobrino de monseñor Hermenegildo Roa, sacerdoteculto y virtuoso, de cultura y gustos clásicos, Roa Bastos hace sus primeras lecturas en la biblioteca de su tio. En los sonetos garcilasianos de la
primera época, tañen rabeles rústicos, ruedan arroyos cristalinos
por verdes prados y el infalible ruiseñor gorjea en las ramas de árboles añosos.
Es tan melodiosa, no obstante, la versificación del joven poeta
y tanto prometen esas melodías dearcaica resonancia, que el anacronismo tiene un encanto refrescante. Roa Bastos no publica sus
versos todavía. Los copia, sí, a máquina; los firma con su menuda
caligrafía perfectamente legible y los enseña a algunos de sus amigos.
Un día de 1938, siendo a la sazón redactor de El Diario el que
escribe estas cuartillas, pidió al poeta una selección de sus versos para
publicárselos en un númerodominical. Al domingo siguiente aparetoda una plana, varias de las mejores poesías juvecieron,
niles de Augusto Roa Bastos. Así los lectores asunceños conocieron
al joven poeta que, como un lírico Don Quijote metido a pastor,
quería resucitar, a orillas del río Paraguay, la edad de oro de la
poesía pastoril.
Fué en aquel tiempo cuando apareció en un periódico de Asunción una epístola en verso,exhortando a Roa a cambiar de estilo,
que
llenando
EsTUDIos
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de temas y de lenguaje. Parodiando amistosamente el léxico y la arcaica sintaxis del joven poeta, el autor de la epístdla decía:
te
El tu arcaico rimar y tu lenguaje
que evocan áureos tiempos y pasados,
a la usanza del siglo, son ultraje.
Aquesto digo porque mis cuidados
nacen del noble afán de ver tu...
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