Aun sigo cantando
-¿Aló?
-¿Ya te llego?
-Me llego, pero al pincho
-¿Qué vamos a hacer?
-No se. Ir a encararlo,supongo. ¿A qué hora es la invitación?
-A las ocho…pero no se
-Yo te recojo tengo gasolina
-Gracias a la Marina
Hacia largo tiempo no entraba por esta puerta, me parecía increíble lo bien conservado que se encontraba. Antes cuando éramos estudiantes decíamos que en las noches el colegio se llenaba de almas en pena, pues considerábamos que estaba construido debajo de un cementerio, eso medaba risa ahora. Sus paredes encierran grandes anécdotas de diferentes alumnos, especialmente con aquellos con quienes compartí un salón. Estos han visto muchachos declarando su amor a su amada, otros chapando y otros cachando o evadiendo en el tercer piso ¿o no? En mi salón debo decir se encontraban dos protagonistas de esas escapadas en pleno apogeo del poder del Instructor, estos valerososhombres eran (lo digo o no lo digo, bueno ella me presiona) “Bigotes” y “Chavo”. Aunque ambos decían no simpatizaban a veces, siempre fueron grandes amigos.
Quienes hubieran pasado frente a su puerta principal aquella noche de mayo del 2018 habrían notado a curiosos estudiantes de todos los grados del colegio, mezclándose con algunos jóvenes aficionados a la literatura y algunos profesores a ladode periodistas nacionales.
Los primeros querían ver en persona a un universitario compañero suyo que había logrado hacer aparentemente lo imposible para un alumno salido de estas sus aulas celeinas. Los segundos venían a ver al amigo olvidado lograr lo que ellos no pudieron hacer, además querían conocer el lugar en donde lo aprendió casi todo. Los terceros solo venían por formalidad sin ningúnacercamiento al universitario, salvo una profesora de Comunicación que se arrepentía de haberlo jalado con cero y que lloraba de emoción al verlo convertido en todo lo que dijo que haría mientras le enseñaba.
Solo había dos personas sentadas al final de aquel auditorio que no estaban interesadas en el universitario, ni en la literatura y ni menos su venganza en contra de aquella profesora.Habían asistido a escuchar las explicaciones del amigo perdido.
La mesa, que iba a ser ocupada por él, su enamorada y la directora de “Los Educadores”, tenía un aspecto que recordaba a los alumnos cuando iban a exponer bajo las miradas atentas de las profesoras Betty y Yolanda. Cuando ingresaron Diana Rivera, Ana Guzmán y Augusto Saravia, parecían tres ministros disponiéndose a hablar a la Nación.Desde sus asientos, “Josué” y “Miserable” no habían dejado de escudriñar por un momento cada detalle del loco novelista. A pesar de haber oído esporádicas noticias sobre él, aun les costaba creer que su pelo esponjoso combinado con manchas blancas se había trasformado en una gran mancha gris de nube a punto de llover. Las canas diseminadas sobre los delgados anteojos típicos iguales a los queusaba el “Bigotón”.
-La verdad, nosotros parecemos chibolos a su lado
-¿Y ella es Diana?
Mientras Augusto hablaba tenia la sensación de que alguien con voz más potente que la suya se estaba esmerando en remedarle cada palabra, decidió decir amablemente:
-Esta noche van a tener que escuchar mis cojudeces por partida doble (ella le dio un codazo por decir aquella palabra)
Cuando cesaronlos aplausos por su ocurrencia, conto como fue la primera vez que escribió Los Vagetanos. Le había llegado al principio como un trabajo de Comunicación cuando estaba en quinto, mandado por la Profesora Betty. Comento que escribió algunas ocurrencias de su promoción, otras de sus aventuras cuando era niño y su paso por el APRA (recalcando que no es aprista). Luego en su preparación para la...
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