Aut Matas Tecnificados
La denuncia del poeta suicida Xu Lizhi, que trabajaba en la fábrica donde se
ensambla el Iphone, estremece China.
Xu Lizhi, de 24 años, se quitó la vida el 30 de septiembre al arrojarse por la
ventana de su dormitorio en Shenzhen, una de las ciudades chinas donde el gigante
taiwanés Foxconn ensambla para otras multinacionales el iPhone, el iPad, la Xbox, la
Playstation, la Blackberry o la Wii, que luego se venderán en todo el planeta. Xu Lizhi,
escribió estos versos antes de morir:
Taller, línea de ensamblaje, máquina, tarjeta de fichar, horas extra, salario./ Me han
entrenado para ser dócil./ No sé gritar o rebelarme,/ cómo quejarme o denunciar,/ sólo cómo sufrir silenciosamente el agotamiento”, escribía Xu en ellos.
El relato no asombra, como dice la lectura del copete solo estremece.
A estas alturas, los ciudadanos del mundo conocemos perfectamente las
prácticas esclavizadoras de los sistemas de trabajo actuales, que a través de la lectura
de la noticia, no hacen más que confirmar el sometimiento por el cual las empresas
obligan mediante sus contratos de trabajo “flexibilizados” a las personas a
desempeñarse laboralmente como esclavos.
Pareciera ser que el terrible sistema de trabajo de la Revolución Industrial de
mediados del Siglo XIX, donde las imágenes de la época devuelven fantasmagóricos
cuerpos tiznados por el carbón, o agotados por las jornadas extenuantes de 14 o 16 o
más horas de trabajos casi forzados, solo han cambiado los ropajes y estructuras
arquitectónicas, pero no la esencia de aquel sometimiento.
Sólo basta recordar el acontecimiento que conmemora el Día Internacional de la
Mujer el 8 de marzo, aquella lucha de mujeres por mejores condiciones de trabajo, que
terminó con la muerte de 114 trabajadoras..
El trabajo precarizado de hoy, no difiere en esencia de aquel humillante y
subordinado de la Revolución Industrial. Las actuales “fábricas de charla” de las que
nos habla Paolo Virno representan hoy aquel tristísimo cuadro de situación, las líneas
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de ensamblaje de las fábricas contemporáneas, el trabajo llevado a los extremos más
humillantes en Asia y África, nos dan la pauta que en materia de empleo, seguimos
recuperando los antiguos modelos conocidos.
Pero quiero específicamente referirme al trabajo de los call center, donde las
personas parecen “autómatas tecnificados”, con sus cuerpos insertos en boxes,
aislados de sus compañeros, con auriculares que los transportan a un mundo de
sonidos que llegaran a odiar. Esos cuerpos docilizados, que permanecen sentados por
más de seis horas, repitiendo frases que recordaran por el resto de sus vidas pero que
carecen de sentido para la vida diaria y para su espíritu, intentando ofrecer productos
que no necesitamos pero que nos venden, para ofrecernos las bondades que nos
harán la vida más fácil y placentera, nos permitirán ahorrar el salario, y quien sabe
cuantas mentiras más. Cuerpos docilizados que ponen sus neuronas a trabajar en
beneficio de las corporaciones. Cuerpos que no consiguen poner resistencia a esa
tarea impersonal, dadas las condiciones para que no se produzcan verdaderos
intercambios acerca de las condiciones laborales a las que son sometidos.
No es casual que la gran mayoría de los jóvenes empleados bajo estas
circunstancia de trabajo precario, terminen concurriendo al psiquiatra, con lesiones
graves de tendinitis o aislados del mundo, ya que de su vincha de trabajo pasan a sus
auriculares para escuchar su música favorita y continuar absortos cuales verdaderos
autistas.
La presión que ejercen las firmas que ...
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