Aventuras De Tom Soyer
Lo que tenía que recibir esa mañana, en forma de discos relucientes y acordonados, no le parecía bastante. Por cada una de las dos misas veinticinsosoles y cincuenta centavos; por el canto –porque según decía él, nada tenía que ver la misa con el canto- otros veinticinco cincuenta. Total: ciento dos soles.La cuenta estaba muy clara, más clara que el jacha-caldo de sus feligreses; pero no llegaba a los doscientos veinte que había pensado. Y de lo que se trataba,precisamente, era de que llegara a esta suma. ¿Cómo inflar un poco más los derechos? Apenas si se le había ocurrido lo de separar el canto de la misa, cosaque hasta la fecha no había hecho ninguno de sus antecesores. Ni cabía tampoco lo de enredar la cuenta. Porque, eso sí, en materia de cuentas, los chupanespodían darle quince y raya al contador más hábil, así como a la hora de pagarle al señor cura tampoco había nadie que los ganara a exactos y escrupulosos.
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