bachiller

A E.C.
Mi único héroe


Llegué a Caracas un once de enero, en una van destartalada comprada por mi tío con los ahorros que cuarenta años de despilfarro le han permitido y que conduce con un orgullo como si fuera un descapotable último modelo o un espléndido auto de la fórmula uno. Abrí los ojos, después de un profundo sueño del cual no recuerdo nada, y atisbé de inmediato una hilera de casasamontonadas una sobre otra como los pesebres que se asoman desde El Mirador. Palo Verde, dijo mi tío, como si adivinara que en mi cabeza estaban rondando infinidad de preguntas. Llegamos, mija, aquí vivo. Y le entregó mi maleta a un señor con pinta de maleante y hediondo a aguardiente, sudor y meados. Ciento ochenta escalones, dijo mi tío, nos esperan ciento ochenta escalones y rió con esa risaque yo le recordaba de cuando nos visitaba. En ese entonces no tenía esa cicatriz horrorosa que ahora lleva como una prenda fina o una medalla de honor. Su risa franca y dicharachera, aquella por la que se derretían las mujeres y que a lo mejor hoy se mezcla con la cicatriz y le sigue funcionando como en ese tiempo, le hacía parecer un actor de hollywood. La nueva “esposa” es gordita, morena, conunos ojos atigrados que me asustan pues pareciera que se mezclaran con las uñas larguísimas que afila con un gesto orgulloso para caerme encima o hacerme un maleficio del que no voy a levantarme. Bruja, pensé, seguro es bruja, porque a quién en su sano juicio se le ocurriría meterse a vivir con mi tío si no le entra durísimo a la brujería. Empezó como “palero” (el término, la primera vez que lo oí,me asustó) y ya es “santero”. Dígame eso, qué me iba a imaginar yo en la vida que terminaría viviendo con un santero. Cuando menciona a babalao o changó me aferro a la idea de que este gusto excéntrico se le pasará y más tarde que temprano volverá a las filas del catolicismo que nos infundó la familia Ramírez Nuñez desde hace siglos. Se le pasará como se le pasó esa obsesión casi enfermiza por lasalsa erótica, la cual casi nos deja aturdidos con tanto: Mía, aunque estés con él durmiendo sabes que eres mía y tú sabes bien que es así...uuuuuuh...Mamá en el fondo está contenta, pues, ahora se da el lujo de tener un hermano que le puede leer gratis los caracoles; en medio de la consulta podrá enterarse si se ganará la lotería o si debe ir al médico a extirparse algún tumor escondido. Depronto es que ser como nosotros: católicos “Light”, ofrece la ventaja de meterse en vainas de brujerías sin dejar de vivir mentando el bendito, la virgencita santa o el Dios me ampare y me favorezca. Abrí los ojos y todo estaba resplandeciente: el ruido, la basura, el olor a orines rancios, el humo de los autobuses y hasta el cansancio de pensar en los ciento ochenta escalones. Los subí atemorizada,pensando en todo lo que me esperaría en esa telaraña de casas enrevesadas e indivisibles. En la medida que calábamos terreno hacia la cumbre, la escalinata se volvía angosta; tanto, que pensé que llegaría el momento en que mi maleta ya no tendría espacio para pasar. Cuando el aire empezaba a faltarnos (incluyendo al pestilente amigo de mi tío que parecía un maratonista afanado por llegar a lameta), apareció una reja en la cual mi tío metió una minúscula llave. Al abrirla concluían los escalones, el ahogo y la sensación de angustia por lo angosto. La casa no pasaba de los diez metros cuadrados, de los cuales más de una cuarta parte se tragaban los altares a babalao y changó. Hacerle el rito a esos santos tomó más tiempo que subir los escalones, y aunque nunca podré descifrar qué decía mitío en esa lengua ancestral, supongo que era un merecido agradecimiento por haber regresado sanos de la visita a nuestra casa allá en San Cristóbal. Había llegado un primero de enero a las siete y cuarto de la mañana. Yo estaba roncando cuando sentí que tocaban la puerta. Al principio era un sonido lejano, suave, como quien no quiere la cosa; pero luego, escuché a mi vecino decir con el tono más...