Bajo El Silncio De Las Pupilas

BAJO EL SILENCIO DE LAS PUPILAS

**Autor: César Julio Mendoza Martínez.

La noche con su rostro de piedra empieza a retroceder en el tiempo, bajo el silencio quebradizo de las golondrinas que huyen despavoridas en busca de su alimento. Las primeras voces de los pájaros golpean los cristales de las ventanas enmudecidas y, solas, esperan la caricia del sol que desgarra la frialdad de lasmiradas, para darle paso a un nuevo día. Los ojos cansados por la sordidez de los recuerdos amenazan con cerrarse para huir de la memoria, pero el ruido vacilante del reloj desde lo alto anunciando la prontitud de la conciencia, inaugura impaciente la llegada de un amanecer que se agolpa entre los árboles, como un ritual cíclico que hace visible la realidad de los humanos. Allí aparece el granojo de la ciudad, un parque desteñido por el orín de los sonámbulos que se resisten a abandonarlo por completo, un remolino de pasos que lo atraviesan de un lado a otro como tejiendo un paño arrugado que se abre para darle vida a la esperanza.

En la medida en que el sol hace su presencia para dibujar las arrugas de la frente y herir los pómulos de los que buscan el sustento de sus vísceras,una cascada de hombres y mujeres, niños y ancianos, llegan a sus bancas para encontrar en la soledad de su mirada, un pedazo de vida arropada por la ilusión de la espera. Así, uno a uno van llegando a este espacio habitado por la voluntad de las sonrisas y cada cual busca el rincón desde donde aspira conseguir la razón de su existencia. Aparecen los emboladores, los vendedores de minutos, loschaceros, los vendedores de chance, los tinteros, los zapateros, los viejos taxistas, los comisionistas, los contactos que buscan el cliente perfecto, los carros de helados, los gamines, los intermitentes policías, los extraviados del destino que han perdido la razón y la conciencia, los jóvenes enamorados y tantos otros que se ubican en su sitio predilecto en esta inmensa empresa, como pequeñas piezasde un ajedrez que juegan a construir la partida perfecta pero que el objetivo es solo uno: conseguir lo necesario para calmar el hambre que lacera el estómago y disminuye las fuerzas que se requieren para avanzar por el camino de la vida.
El día avanza con su calor de infierno y las gotas de sudor se anudan en cada poro de la piel en un viaje fatigante que no desiste de su tortura. Las voces sejuntan debajo de cada sombra de los árboles como si fueran escarchas de nieve que se adhieren a las paredes de los cuerpos y un solo murmullo se escucha en el sopor de las hojas dilatadas por el cansancio. Es el mediodía, el reloj de la catedral coincide con el llamado de las lombrices hambrientas que reclaman un poco de comida en el vientre asesino, que no descansa de la tarea inagotable dehacer de cada sujeto un mamífero rapaz. Por un instante, el escenario cambia de lugar y debajo de la frescura de un palo de caucho, otra frente revela el sudor de su trabajo. Una vendedora de comidas, apila una a una, cada recipiente desechable con porciones de alimentos dispuestos a satisfacer el deseo incontrolado de cada rostro que en silencio va llegando como impulsado por una inercia virginal,a cumplir el rito diario de un estómago vacío que reduce la mirada de los seres, a la mínima expresión de luz que se anida en las pupilas. Es la hora áspera del día, el momento tedioso, la mirada vaga del ojo que se devuelve para replegarse de nuevo en cada laberinto del espíritu.

El sueño se apodera de los ojos y los vuelve pesados como si los párpados empezaran a cubrirse de hierro, lasbancas cambian de forma y ahora se transforman en la cama temporal. Los abuelos que han estado desde las primeras horas conversando sobre sus mesadas, sus recuerdos y su impresión de esta nueva ola, se dispersan por un instante como huyendo del ahora que amenaza con atraparlos entre sus redes. En otros espacios, se percibe la misma imagen, grupos de personas amontonadas, seres que conspiran...