va! Cagada es lo que estoy. –Yo también. Caray... –Él se giró de golpe y recogió los cigarrillos del suelo, al lado de la cama, como si se hubiera puesto nervioso–. Cuarenta años. Cuarenta. Me cagoen la leche. Su ansiedad la hizo sonreír. Decidió agravarla. –Lo dicho: ¿qué harás a los cuarenta? Él encendió el cigarrillo, pensativo. –Pues mira, Em, la cuestión... –¿«Em»? ¿Quién es «Em»?–Te llaman Em. Lo he oído. –Sí, es como me llaman mis amigos. –¿Entonces? ¿Te puedo llamar Em? –Venga, sigue, «Dex». –Resulta que he estado pensando un poco en lo de «hacerse mayor», y he decidido queme gustaría quedarme exactamente como soy ahora. Dexter Mayhew. A través del flequillo, Emma le vio apoyarse en el barato cabecero de vinilo capitoné, e incluso sin gafas tuvo clara la razón de quequisiera seguir siendo exactamente el mismo. Con los ojos cerrados, el cigarrillo lánguidamente pegado al labio inferior, y la luz del alba infundiendo calidez a un lado de su cara por el filtro rojode las cortinas, tenía el don de que pareciera que posaba a perpetuidad para un fotógrafo. A Emma Morley, «apuesto» le parecía una palabra tonta, decimonónica, pero a decir verdad no había ningunaotra, salvo «bello», quizá. Tenía una de esas caras en las que se perciben los huesos por debajo de la piel, como si su propio cráneo ya fuera atractivo de por sí, al desnudo. Una nariz bien formada, concierto brillo de grasa, y piel oscura debajo de los ojos, que casi parecían amoratados, de tanto fumar y trasnochar perdiendo adrede al strip poker con chicas de cole progre. Tenía algo de felino:cejas finas, morritos de una sensualidad estudiada, labios un poco demasiado oscuros y carnosos, pero que ahora estaban secos y agrietados, con un carmín de vino tinto búlgaro... Menos mal que tenía unpelo desastroso, corto por detrás y por los lados, pero con un tupecito espantoso por delante. De la gomina que solía ponerse no quedaba nada. Ahora el tupé se veía suelto y fofo, como un absurdo...
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