balmaceda
En un conocido libro, Bernardo Subercaseaux, cita un relato francamente devastador sobre losestragos de las últimas batallas. He aquí un extracto;
“Los andenes de la solitaria estación Central de Santiago, más sombría, más negra que nunca, se veían –dice- sembrado de camillas y heridos, algunos de los cuales avanzaban penosamente sostenidos por otros soldados. Un soldado del batallón Mulchén, un muchacho, con la boca y las mandíbulas destrozadas y convertidas en un horrible montón decarne del que emergía un gran espumajo sanguinolento, en que se mezclaban las hilas, convertidas en costra, con finísimos tubos de goma, hacía esfuerzos inauditos por hablar….en que acaso palpitaba el nombre de su madre o del pobre hogar donde quería ir a morir” (Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Tomo II, p. 14)
A partir de este fatídico episodio, tras acusar recibo de la derrota delas tropas leales al mando del general gobiernista Orozimbo Barbosa, la capitulación ante los intereses ingleses quedaba materializada. Luego Balmaceda se traslado discretamente a la Legación argentina donde encontró protección en manos de un “anónimo” agregado militar de apellido Uriburu -una anécdota allende los Andes. El Presidente lo hizo cautelando con total sobriedad que su destino estabasellado de antemano y que expiraba el último día de su mandato constitucional. Ahora debía esperar veinte días. Ese era el tiempo constitucional que le quedaba como primera magistratura.
Días aciagos se vivían en la embajada Argentina, por cuanto una vez concluidas las batallas de Concón y Placilla el Presidente presagiaba con agudo pesar el funesto escenario a manos de las fuerzas vencedoras-saqueos, vejaciones y exilios. Esos últimos días, esas últimas horas, se agudizaban por la fisonomía moral de un personaje –Don José Manuel, hijo de Doña Encarnación- dispuesto a preservar su investidura como una máxima irrevocable del presidencialismo. El «principio de autoridad» que Mario Góngora ha retratado como la herencia Portaliana. Contra el intento congresista de usurpar lasprerrogativas constitucionales, la autoridad presidencial deviene insobornable. En una comunicación a Evaristo Sanchéz Fontecilla le comunicaba, “Nada puedo esperar para mí, pero entregaré mil veces la vida antes que permitir que se destruya la obra de Portales, base angular del progreso incesante de mi patria”. Balmaceda se redime haciendo de la derrota una opción moral. Una «derrota posible» como reservamoral para los tiempos venideros de la nación. En más de una ocasión hizo una mención sibilina a que la historia de los vencidos es una tarea que solo puede ser descifrada por los tiempos. El gran triunfo en el tiempo no se obtiene sino permaneciendo fiel a sí mismo.
En la Legación argentina el tiempo parece detenido, “…la voz corre agazapada por las habitaciones” –relata Félix Miranda. Despuésde cavilar hondamente sobre todas las opciones posibles, de caminar serenamente por los pasillos de la embajada, escribió sus últimas notas cargadas de pesar, pero sin perder de vista la altivez del proceso histórico que había protagonizado, ni mancillar una secreta esperanza en la redención de los tiempos. Existe aquí una confianza inquebrantable en el «juicio de posteridad». Una cita secreta...
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