barahona etica
Aunque en casa fuimos educados como creyentes, nunca fuimos apegados a la Iglesia católica. Aprendimos que ningún dios necesitaba de ningunaiglesia y de ninguna religión y aprendimos por qué.
Sin embargo, no nos dejaban decir "Lo juro" ni "Te doy mi palabra de honor" para asegurar tal o cual cosa cuando jugábamos o platicábamos con alguiencuya resistencia a creer algo nos obligaba a ir a una instancia superior de la cual no se podía dudar: el juramento o la palabra de honor.
Y no era tanto el que nos obligaran a aplicar elmandamiento de "No jurarás el nombre de Dios en vano", sino enseñarnos que jurar era algo muy serio y se dejaba para cuestiones excepcionales, no para salir de un aprieto infantil o adolescente.
Y con lapalabra de honor fue lo mismo. La palabra de honor implicaba eso, honor: no dinero, no prestigio, no poder, no victoria... implicaba algo intangible, algo interno que nos identifica ante nosotrosmismos y ante los demás, es decir, el meollo de lo que somos.
No se nace con honor. Aunque se nazca en una familia honorable, tener honor propio exige una construcción interna del mismo: cuestionar ymodificar, hasta hacerla nuestra, la escala de valores que nos trata de imponer la sociedad o la familia. A partir de ahí, tratar de ser congruente y luchar por armonizar lo dicho con lo hecho.
L.Babbini, teólogo moral, dice: "La expresión moderna de honor no se refiere sólo al reconocimiento externo y de orden social; significa también un bien interior que consiste en el respeto que uno,apoyándose en el testimonio de la propia conciencia, tiene de sí mismo, sobre todo respecto de la propia bondad moral".
Es claro y directo: en teoría, cualquier persona con la oportunidad de educarse debetener sentido del honor.
Sin embargo, hay un problema: si es necesario apoyarse en el testimonio de la conciencia, ¿qué sucede cuando no hay conciencia o cuando esa conciencia, en lugar de ser...
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