Barbara Goodwin
De hecho, es fácil comprender el papel estructural de la derecha populista en lalegitimación de la actual hegemonía liberaldemocrática. Lo que esta derecha –Buchanan, Le Pen, Haider– proporciona es el común denominador negativo de todo el espectro político establecido. Son los excluidos quienes, por la pro- pia exclusión (su «inaceptabilidad» para el gobierno), aportan la prueba de la benevolencia del sistema oficial. Su existencia desplaza el núcleo de la lucha política –cuyoverdadero objetivo es la represión de cualquier alternativa radi- cal de izquierda– a la «solidaridad» de todo el bloque «democrático» contra el peligro derechista. El Neue Mitte [nuevo centro] manipula mejor la cicatriz dere- chista para hegemonizar el ámbito «democrático», es decir, para definir el terre- no y mantener a raya a su verdadero adversario, la izquierda radical. Ahí resi- de laverdadera lógica de la tercera vía: es decir, una democracia social purgada de su mínimo aguijón subversivo, que extingue incluso el más mínimo recuer- do de anticapitalismo y de lucha de clases.
El resultado es el que se podría esperar. La derecha populista avanza para ocu- par el terreno evacuado por la izquierda, como la única fuerza política «seria» que todavía emplea una retóricaanticapitalista, aunque fuertemente envuelta en un revestimiento nacionalista/racista/religioso (las multinacionales están «traicionando» a los honrados trabajadores de nuestra nación). Hace dos años, en el congreso del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen subió al estrado a arge- linos, africanos y judíos, los abrazó a todos y dijo a su público: «No son menos franceses que yo; ¡los representantes del gran capitalmultinacional, desdeñan- do su deber con Francia, son el verdadero peligro para nuestra identidad!». En Nueva York, Pat Buchanan y la activista negra Leonora Fulani pueden procla- mar su común hostilidad a un libre comercio sin restricciones, y ambos (pre- tenden) hablar en nombre de los legendarios desaparecidos de nuestro tiem- po, el proverbialmente desvanecido proletariado. Mientras que latolerancia multicultural se convierte en el lema de las nuevas y privilegiadas clases «simbó- licas», la extrema derecha procura dirigirse y movilizar a lo que queda de la «clase obrera» en nuestras sociedades occidentales.
La forma consensual de la política en nuestro tiempo es el sistema bipolar que ofrece el aspecto de una posibilidad de elección cuando no hay esencialmen- te ninguna, dado quelos polos actuales convergen en una única postura económica: la «política presupuestaria ortodoxa», que, según declaran Clinton y Blair, es el principio clave de la izquierda actual, que sostiene el crecimiento económico, y nos permite mejorar la seguridad social, el sistema educativo y la sanidad. En este espectro uniforme, las diferencias políticas se reducen cada vez más a meras actitudesculturales: «apertura» multicultural/sexual (etc.) ver- sus «valores familiares» tradicionales/naturales (etc.). Esta elección –entre socialdemócratas y cristianodemócratas en Alemania, demócratas y republica- nos en Estados Unidos– no recuerda más que el aprieto de alguien que desea un edulcorante artificial en las cafeterías estadounidenses, donde las alternati- vas omnipresentes son Nutra-Sweet...
Regístrate para leer el documento completo.