Barcena Orbe El Oficio De La Ciudadania

Barcena Orbe, El oficio de la ciudadanía
Capítulo 3
3.1. El deber de la civilidad: la tradición republicana
El intento de recuperar aquella tradición republicana del humanismo cívico – que está en las modernas propuestas comunitaria- se enfrenta, en las modernas sociedades a obstáculos.
Por una parte, ¿una tentativa como esta no supone una añoranza de un pasado imposible e indeseable, deactualizar? Cuando Rober Dahl expone y critica en La democracia y sus criticas los esfuerzos de los pensadores comunitaristas – como Walzer o Mac Intye- por recuperar el espíritu cívico de las pequeñas comunidades, inspiradas en el ideal cívico de la polis griega, se plantea el mismo interés estos y otros pensadores comunitaristas o republicanos nos invitan a retornar a las antiguas tradiciones de lavirtud política y el bien común, no nos da ningún vestigio de evidencia de que la vida política en los países democráticos sea menos moral y decente que durante muchos siglos en que la vida intelectual estuvo dominada por las tradiciones que ellos describen, o de que las personas envueltas en la vida pública, estén ahora menos comprometidas con el bien público.
también Alan Touraine, en su libro ¿Que es la democracia?, ofrece un análisis crítico, similar al de Dahl, al enjuiciar la tradición cívica republicana y los intentos de asentar la vida democrática en la excelencia de la virtud cívica y una participación en la esfera pública inspirada en el bien común. Este autor dice sobre la democracia, que ya no se quiere una democracia de participación; no podemos contentarnos con una democraciade deliberación, lo que necesitamos es una democracia de liberación.
Todas estas observaciones críticas, tienen un punto central, y es la idea de que estas tradiciones, que os hacen retornar al ideal clásico de la ciudadanía – para cuyo desarrollo adecuado la educación moral del ciudadano y su capacidad de deliberación y juicio son fundamentales-, están organizadas en torno a lo que B. Constantcalificó como “libertad de los antiguos”. Este criticaba a los imitadores de los modelos clásicos, que el tanto apreciaba, señalando el error de que una mirada demasiado puesta en esos modelos nos haga olvidar de la distancia y diferencias que nos separa a nosotros, de los modelos antiguos.
en efecto, la critica a estas viejas tradiciones de pensamiento filosófico-político, que ensalzaban lanecesidad de una más estrecha relación entre la virtud cívica, la libertad política y la participación en la esfera pública, resulta inevitable en nuestras democracias actuales, en las que el mismo ideal democrático – siempre inalcanzado- esta paradójicamente por reinventar. aquella tensión intrínseca a la democracia, en el sentido de que, por muy imposible que nos resulte alcanzar los auténticos idealesdemocráticos, una verdadera democracia debe tender a lograrlos en sus prácticas e instituciones, hace inevitable, que tradiciones como la republicana se hagan presentes en nuestros modos de imaginar formas de vida y educación pública.
En la Grecia antigua, la democracia se resumía en una sencilla idea: la acción común se identificaba, asi, con el desarrollo mismo de la autonomía, con la capacidadde elegir libremente el propio destino de la comunidad y de sus individuos. Hoy, desde el punto de vista de la relevancia practica que para nosotros posee la democracia, esta constituye, una idea mucho menos sencilla y resulta menos clara y honesta.
Sin embargo, no existe pensamiento sin recuerdo ni memoria. Asi vamos a recordar algunos aspectos del nacimiento de la democracia americana. Alexis deTocqueville observo, en La democracia en América, que para que el ciudadano americano posrevolucionario, la política era el marco de realización humana por excelencia. Como resultado de la descentralización del propio sistema, la aparición del asociacionismo conformaba la voluntad de los ciudadanos al servicio de la colectividad, ideal de servicio este que, en su opinión, parecía estar...