Barrador

Era una tarde fría, el cielo se tornaba gris y los rayos del sol se escondían de nosotros. Frecuentábamos muy seguido, de hecho eran todos los sábados visitar al abuelo Mike a su casa en lo alto deun cerro. El viaje siempre me cansaba, normalmente nos tomábamos un pequeño descanso a la mitad del camino como para recuperar fuerzas y de ese modo completar nuestro ascenso. Particularmente megustaba visitar al abuelo, él vivía solo y a su edad que no recuerdo con exactitud cual es, le caía bien una visita, sin embargo, mi madre y mis hermanos no pensaban lo mismo. Mi madre me atrevo a suponerque lo hacia por compromiso y por no dejarlo en la soledad; mis hermanos por el otro lado eran un poco mayor que yo y se mantenían ocupados en sus asuntos de adolescentes, tal vez la única razón quelos hacia ir y ver a nuestro abuelo era que todos compartíamos el gusto por el futbol, y es que hace muchos años atrás no importa cuantos exactamente el abuelo Mike practicaba apasionadamente sudeporte favorito, el futbol.
Como siempre era costumbre llevábamos alimentos para el abuelo; le gustaban mucho las manzanas, yo se las partía en trozos pequeños porque a su edad le era muy difícilcomerla normalmente, creo que me estimaba lo suficiente como para ser su nieto favorito, siempre me llamaba Hans lo cual en efecto es mi nombre. A mis hermanos simplemente les llamaba “muchacho” con eseacento de viejito sin fuerzas.


Después de un largo camino, por fin habíamos llegado a la cabaña familiar ahí era donde papá nos llevaba en nuestras vacaciones de verano, tantos recuerdostranscurrían por mi mente cuando veía cada parte de la cabaña; como cuando por una desafortunada elección del destino caí del columpio, sufrí una pequeña lesión en la rodilla derecha. Pero eso no me impedíajugar futbol, aunque en ciertas ocasiones parecía que estaba destinado a nunca pisar una cancha. Esa lesión me marco la existencia.

El abuelo nos recibió con los brazos abiertos, nuca nos negaba...