Batalla de Guayabos. Barbagelata
Lorenzo Barbagelata
A la memoria de Carlos M. Ramírez
En octubre de 1814, el general Alvear dejó el mando de las fuerzas que ocupaban la Banda Oriental, retirándose a Buenos Aires a preparar su exaltación al poder, auxiliado por la Logia Lautaro, en donde era omnipotente, y por la Asamblea Constituyente, sometida a la influencia decisiva de aquélla. Nombróse al coronelMiguel Estanislao Soler, capitán general del ejército y gobernador intendente de Montevideo. Deplorable era la situación de la provincia, agravada por la acción funesta de la oligarquía militar, cuya silueta asomaba descaradamente en el horizonte político del Estado. Un año hacía que se peleaba con sombrío empecinamiento en el suelo uruguayo, absorbiendo la guerra civil la sangre ahorrada por las armasde la madre patria. Jornadas sangrientas se sucedían sin interrupción, diezmando y arruinando a los partidos que libraban a la fuerza la solución de sus enconadas querellas. La prolongación de la lucha, lejos de aplacar el furor de los ánimos, lo enardecía cada vez más, por los desaciertos y las iras implacables de los que la dirigían. Los que desempeñaban el gobierno no oían otras inspiracionesque las de su egoísmo, procurando sacar todas las ventajas personales posibles, del caos en que habían sumergido al país. Ninguno tenía desinterés suficiente para elevarse a la altura de las circunstancias, haciendo los sacrificios indispensables para apagar el incendio, desarmando la oposición y acallando los resentimientos que dividían la opinión pública. Se había llegado al punto en que labrutalidad de las facciones imposibilita todo acercamiento, considerando la venganza un deber, el odio una bandera, la licencia y el pillaje un derecho. Diríase que más bien que una cuestión transitoria, liquidaban entre ellas viejos agravios o seculares rencores. Mientras los españoles permanecieron en Montevideo, el peligro común aunó todos los esfuerzos y voluntades, pero vencido este obstáculo conla capitulación de Vigodet, se concentraron en la riña interna las energías despertadas por la revolución, embraveciendo intensamente las disensiones partidarias, revistiéndolas de una tendencia intransigente y sanguinaria que hasta entonces no habían exteriorizado.
Alvear contribuyó poderosamente a avivar las pasiones con sus violentos excesos, con sus ardides mezquinos, con su ambicióndesbordante, con su opresora política, con su diplomacia de engaños, con los procedimientos desleales empleados con los jefes artiguistas. En cuanto llegó a Buenos Aires, en lugar de actos de tolerancia o de concordia, aconsejó a su tío el Director Supremo, medidas de agresión y de exterminio, ordenándose a Soler que tratase "a los orientales como asesinos e incendiarios" y fusilase sin consideración "atodos los oficiales, sargentos, cabos y jefes de partidas que aprehendiese con las armas en la mano". Cuéntase que Artigas mandaba leer el decreto de Posadas a los oficiales porteños que caían prisioneros, sin ejecutarlo jamás, desdeñando aplicar a los rendidos tan inhumana represalia. Soler comunicó a sus subalternos la decisión superior, dictando varias providencias complementarias, en lascuales se condenaba a la pena capital, después de cuatro horas de aprehendidos, a los individuos que, directa o indirectamente, auxiliasen a las partidas o a los descubridores del enemigo; a los que teniendo noticias del acercamiento de un grupo insurgente, no lo comunicasen inmediatamente a la más próxima autoridad; a los que condujeran pliegos de los sublevados o les indicasen la posición, el númeroo la dirección de las fuerzas del Estado; con las de confiscación y de destierro a los que mantuvieran correspondencia "de palabra o por escrito" con el general Artigas o los jefes de sus divisiones; a los que ocultasen caballos propios o ajenos, o desamparasen sus haciendas para seguir el partido de los rebeldes; si el reo era una mujer, se le castigaba con un año de reclusión en el hospital...
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