Batallas en el desierto

Páginas: 42 (10402 palabras) Publicado: 6 de noviembre de 2013
Antes de la guerra en el Medioriente el princi­pal deporte de nuestra clase consistía en molestar a Toru. Chino chino japonés: come caca y no me des. Aja, Toru, embiste: voy a clavarte un par de banderillas. Nunca me sumé a las burlas. Pensaba en lo que sentiría yo, único mexicano en una es­cuela de Tokio; y lo que sufriría Toru con aquellas películas en que los japoneses eran representados comosimios gesticulantes y morían por millares. Toru, el mejor del grupo, sobresaliente en todas las materias. Siempre estudiando con su libro en la mano. Sabía jiu-jit-su. Una vez se cansó y por poco hace pedazos a Domínguez. Lo obligó a pe­dirle perdón de rodillas. Nadie volvió a meterse con Toru. Hoy dirige una industria japonesa con cuatro mil esclavos mexicanos.

Soy de la Irgún. Te mato: Soyde la Legión Árabe. Comenzaban las batallas en el desierto. Le decíamos así porque era un patio de tierra colora­da, polvo de tezontle o ladrillo, sin árboles ni plantas, sólo una caja de cemento al fondo. Ocul­taba un pasadizo hecho en tiempos de la persecu­ción religiosa para llegar a la casa de la esquina y huir por la otra calle. Considerábamos el subterrá­neo un vestigio de épocasprehistóricas. Sin embargo, en aquel momento la guerra cristera se hallaba menos lejana de lo que nuestra infancia está de ahora. La guerra en que la familia de mi madre participó con algo más que simpatía. Vein­te años después continuaba venerando a los márti­res como el padre Pro y Anacleto González Flores. En cambio nadie recordaba a los miles de campesinos muertos, los agraristas, los profesores rurales,los soldados de leva.

Yo no entendía nada: la guerra, cualquier gue­rra, me resultaba algo con lo que se hacen pelícu­las. En ella tarde o temprano ganan los buenos (¿quiénes son los buenos?). Por fortuna en Méxi­co no había guerra desde que el general Cárdenas venció la sublevación de Saturnino Cedillo. Mis padres no podían creerlo porque su niñez, adoles­cencia y juventud pasaron sobre unfondo conti­nuo de batallas y fusilamientos. Pero aquel año, al parecer, las cosas andaban muy bien: a cada rato suspendían las clases para llevarnos a la inauguración de carreteras, avenidas, presas, parques deportivos, hospitales, ministerios, edificios in­mensos.

Por regla general eran nada más un montón de piedras. El presidente inauguraba enormes monu­mentos inconclusos a sí mismo. Horas yhoras bajo el sol sin movernos ni tomar agua -Rosales trae limones; son muy buenos para la sed; pásate uno- esperando la llegada de Miguel Alemán. Joven, sonriente, simpático, brillante, saludando a bordo de un camión de redilas con su comitiva.

Aplausos, confeti, serpentinas, flores, mucha­chas, soldados (todavía con sus cascos franceses), pistoleros (aún nadie los llamaba guaruras), la eternaviejecita que rompe la valla militar y es fotografiada cuando entrega al Señorpresidente un ramo de rosas.

Había tenido varios amigos pero ninguno les cayó bien a mis padres: Jorge por ser hijo de un general que combatió a los cristeros; Arturo por venir de una pareja divorciada y estar a cargo de una tía que cobraba por echar las cartas; Alberto porque su madre viuda trabajaba en una agencia deviajes, y una mujer decente no debía salir de su casa. Aquel año yo era amigo de Jim. En las inauguraciones, que ya formaban parte natural de la vida, Jim decía: Hoy va a venir mi papá. Y luego: ¿Lo ven? Es el de la corbata azulmarina. Allí está junto al presidente Alemán. Pero nadie podía dis­tinguirlo entre las cabecitas bien peinadas con linaza o Glostora. Eso sí: a menudo se publicaban susfotos. Jim cargaba los recortes en su mochila. ¿Ya viste a mi papá en el Excélsior? Qué raro: no se parecen en nada. Bueno, dicen que salí a mi mamá. Voy a parecerme a él cuando crezca.



III
ALÍ BABÁ Y LOS CUARENTA LADRONES



Era extraño que si su padre tenía un puesto tan importante en el gobierno y una influencia deci­siva en los negocios, Jim estudiara en un colegio de mediopelo,...
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