beatles
Por Gabriel García Márquez
Así es: la única nostalgia común que uno tiene con sus hijos son las
canciones de los Beatles. Cada quien por motivos distintos, desde
luego, y con undolor distinto, como ocurre siempre con la poesía. yo
no olvidare aquel día memorable de 1963, en México, cuando oí por
primera vez de un modo consciente una canción de los Beatles.
a partir deentonces descubrí que el universo estaba contaminado por
ellos. En nuestra casa de san angel, donde apenas si teníamos donde
sentarnos, había solo dos discos: Una selección de preludios deDebussy y el primer disco de los Beatles.
por toda la ciudad, a toda hora, se escuchaba un grito de
muchedumbres; "Help, I need somebody”. Alguien volvió a plantear por
esa época el viejo tema de quelos músicos mejores son los de la
segunda letra del catálogo: Bach, Beethoven, Brahms y Bartok.
Alguien volvió a decir la misma tontería de siempre: que se incluyera a
Bosart. Álvaro mutis, quecomo todo gran erudito de la música tiene
una debilidad irremediable por los ladrillos sinfónicos, insistía en incluir
a Bruckner. otro trataba de repetir otra vez la batalla a favor de Berlioz,que yo libraba en contra porque no podía superar la superstición de
que es Oiseau de Malheur, es decir, pájaro de mal agüero. En cambio,
me empeñé, desde entonces, en incluir a los Beatles.Emilio García riera, que estaba de acuerdo conmigo y que es un crítico
e historiador de cine con una lucidez un poco sobrenatural, sobre todo
después del segundo trago, me dijo por esos días: “oigo alos Beatles
con un cierto miedo, porque siento que me voy a acordar de ellos por
todo el resto de mi vida”. Es el único caso que conozco de alguien con
bastante clarividencia para darse cuentade que estaba viviendo el
nacimiento de sus nostalgias.
Uno entraba entonces en el estudio de Carlos Fuentes, y lo encontraba
escribiendo a máquina con un solo dedo de una sola mano, como lo...
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