Beauvoir, Simone de - Memorias de una joven formal
MEMORIAS DE UNA
JOVEN FORMAL
Traducción de
SILVINA BULLRICH
EDITORIAL SUDAMERICANA
BUENOS AIRES
SIMONE DE BEAUVOIR
MEMORIAS DE UNA JOVEN FORMAL
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Queda hecho el depósito que previene
la ley 11.723. © 1967, Editorial
Sudamericana Sociedad Anónima, calle
Humberto 11 545, Buenos Aires.
TÍTULO DEL ORIGINAL EN FRANCÉS:
"MEMOIRESD'UNE JEUNE FILLE RANGÉE"
2
SIMONE DE BEAUVOIR
MEMORIAS DE UNA JOVEN FORMAL
ÍNDICE
PRIMERA PARTE.............................................................. 4
SEGUNDA PARTE .......................................................... 45
TERCERA PARTE ........................................................... 78
CUARTA PARTE ...........................................................129
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SIMONE DE BEAUVOIR
MEMORIAS DE UNA JOVEN FORMAL
PRIMERA PARTE
Nací a las cuatro de la mañana el 9 de enero de 1908, en un cuarto con muebles pintados de blanco que daba
sobre el Bulevar Raspail. En las fotos de familia tomadas el verano siguiente veo a unas jóvenes señoras con
vestidos largos, con sombreros empenachados de plumas de avestruz, señores con ranchos de paja ypanamás que
le sonríen a un bebé: son mis padres, mi abuelo, tíos, tías y soy yo. Mi padre tenía treinta años, mi madre veintiuno,
y yo era la primogénita. Doy vuelta una página del álbum; mamá tiene entre sus brazos un bebé que no soy yo;
llevo una falda tableada, una boina, tengo dos años y medio y mi hermana acaba de nacer. Sentí celos, según
parece, pero durante poco tiempo. Por lejos que meremonte en el tiempo encuentro el orgullo de ser la mayor: la
primera. Disfrazada de Caperucita Roja, llevando en mi cesta una torta y un tarro de manteca, me sentía más
interesante que un lactante clavado en su cuna. Tenía una hermanita: ese bebito no me tenía.
De mis primeros años sólo encuentro una impresión confusa: algo rojo y negro y cálido. El departamento era
rojo, rojo el alfombrado,el comedor Enrique II, la seda acanalada que tapaba las puertas ventanas y en el escritorio
de papá las cortinas de terciopelo; los muebles de ese antro sagrado eran de peral ennegrecido; yo me cobijaba en el
nicho que se abría bajo el escritorio y me enroscaba en las tinieblas; estaba todo oscuro, hacía calor y el rojo de la
moqueta gritaba dentro de mis ojos. Así pasó toda mi primerainfancia. Yo miraba, palpaba, aprendía el mundo, al
amparo.
Le debía a Louise la seguridad cotidiana. Ella me vestía por la mañana, me desvestía de noche y dormía en el
mismo cuarto que yo. Joven, sin belleza, sin misterio, puesto que sólo existía –al menos yo lo creía– para velar
sobre mi hermana y sobre mí, nunca elevaba la voz, nunca me reprendía sin motivo. Su mirada tranquila me
protegíamientras yo jugaba en el Luxemburgo, mientras acunaba a mi muñeca Blondine bajada del cielo una noche
de Navidad con el baúl que contenía su ajuar. Al caer la noche se sentaba junto a mí, me mostraba imágenes y me
contaba cuentos. Su presencia me resultaba tan necesaria y me parecía tan natural como la del suelo bajo mis pies.
Mi madre, más lejana y más caprichosa, me inspiraba sentimientos amorosos;me instalaba sobre sus rodillas, en
la dulzura perfumada de sus brazos, y cubría de besos su piel de mujer joven; a veces, de noche aparecía junto a mi
cama, hermosa como una aparición, con su vestido vaporoso adornado con una flor malva o con su centelleante
vestido de lentejuelas negras. Cuando estaba enojada me miraba con ira. Yo temía ese fulgor tempestuoso que
desfiguraba su rostro; teníanecesidad de su sonrisa.
A mi padre lo veía poco. Se iba todas las mañanas "al Palacio", llevando bajo el brazo un portadocumentos lleno
de cosas intocables llamadas expedientes. No usaba ni barba ni bigotes, sus ojos eran celestes y alegres. Cuando
volvía al anochecer le traía a mamá violetas de Parma; se besaban y reían. Papá también reía conmigo, me hacía
cantar: Era un auto gris... o...
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