Bella y Oscura, rosa montero

Páginas: 222 (55475 palabras) Publicado: 7 de abril de 2014



Rosa Montero
Bella y oscura










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De lo que voy a contar yo fuí testigo: de la traición de la enana, del asesinato de Segundo, de la llegada de la Estrella. Sucedió todo en una época remota de mi infancia que ahora ya no sé si rememoro o invento: porque por entonces para mí aún no se había despegado el cielo de la tierra y todo eraposible. Acababa de crearse el universo, como se encargó de explicarme doña Bárbara: «Cuando yo nací», me dijo, «empezó el mundo». Como yo era pequeña y ella ya muy vieja, aquello me pareció muchísimo tiempo.
Por buscarle a mi relato algún principio, diré que mi vida comenzó en un viaje de tren, la vida que recuerdo y reconozco, y que de lo anterior tan sólo guardo un puñado de imágenes inconexas yturbias, como difuminadas por el polvo del camino, o quizá oscurecidas por el último túnel que atravesó la locomotora antes de llegar a la parada final. De modo que para mi memoria nací de la negrura de aquel túnel, hija del fragor y del traqueteo, parida por las entrañas de la tierra a una fría tarde de abril y a una estación enorme y desolada. Y en esa estación entrábamos, resoplando y chirriando,mientras las vías muertas se multiplicaban a ambos lados del vagón y se retorcían y brincaban, se acercaban a las ventanillas y se volvían a alejar de un brusco respingo, como las tensas gomas de ese juego de niñas al que probablemente había jugado alguna vez en aquel tiempo antiguo del que ya no me acordaba ni me quería acordar.
Bajaron todos del tren antes que yo, impulsados por la ansiedadhabitual de los viajeros, que más que caminar parecen ir huyendo. Veía perderse sus espaldas andén adelante, las espaldas de los gabanes y los impermeables, de las mujeres y los hombres que se habían interesado tanto en mí durante el trayecto, que me habían preguntado, y ofrecido chocolate y caramelos, y acariciado amistosamente las mejillas, y ahora esas espaldas se alejaban afanosas arrastrandomaletas y me dejaban sola, el tren ya muerto y callado tras de mí, por encima una bóveda de hierros oscuros y cristales sucios, por abajo un pavimento gris que despedía un desagradable aliento helado. Mis piernas, desnudas entre los calcetines blancos y la falda de vuelo, tiritaron de frío.
Entonces una sombra azul se inclinó sobre mi cabeza y me envolvió en un perfume dulce y pegajoso.
—Hola...Eres tú, ¿verdad?
No supe qué contestar. Olía a violetas.
—Pues claro que eres tú, qué pregunta tan boba... —continuó la mujer atropelladamente—: Yo soy Amanda, ¿te acuerdas de mí? No, claro, cómo vas a acordarte, si eras tan chica cuando te llevaron... Soy tu tía Amanda, la mujer de tu tío... Antes, hace años, vivíamos juntas. Antes de que te llevaran al orfanato. Tu madre y yo éramos muy amigas.¿Te acuerdas de tu madre? Ay, me parece que tampoco debería hablarte de esto... Fíjate si soy tonta, estoy un poco nerviosa... Y bueno, pues aquí estamos...
Había hablado de un tirón, sin respirar. Tenía cara de susto. Levantó la mano a la altura de la boca y la dejó ahí unos instantes, blanda y colgante, como si hubiera pretendido morderse las uñas y se hubiera arrepentido en el último segundo.Era joven, con los ojos muy redondos y las mejillas carnosas y pálidas. Llevaba un abrigo largo de color azul claro y una gorrita de punto que parecía hecha en casa. Me miró, sonrió, removió los pies en el suelo, carraspeó: era la imagen misma de la indecisión. Al fin se agachó y levantó sin esfuerzo la pequeña maleta.
—Qué bien, pesa poco... Me alegro porque tendremos que caminar un rato. Bueno,mejor nos vamos, ¿no?
Me agarró de la mano de la misma manera que había cogido la maleta: apretando fuerte, como si me fuera a escurrir de entre sus dedos. Recorrimos el andén, cruzamos unas puertas automáticas y nos zambullimos en el vestíbulo central y en un estruendo bárbaro de altavoces y gritos. Avanzó Amanda entre los remolinos de gente agachando la cabeza y apretándome la mano hasta...
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