Bertolt Brecht La Herida De S Crates

Páginas: 24 (5752 palabras) Publicado: 24 de junio de 2015
Bertolt Brecht: La herida de Sócrates
Sócrates, el hijo de la partera, que con sus diálogos ayudaba a sus amigos a parir con facilidad y entre bromas pensamientos bien formados, dotándoles así de hijos propios en lugar de adjudicarles bastardos como harían otros maestros, estaba considerado no sólo como el más inteligente de los griegos, sino también como uno de los más valientes. Su fama dehombre valeroso nos parece totalmente justificada cuando leemos, en Platón, con qué presencia de ánimo y decisión apuró el maestro la copa de cicuta que le fue ofrecida en nombre de las autoridades como reconocimiento por los servicios prestados a sus conciudadanos. Mas algunos de sus admiradores han considerado necesario hablar también de su valor en el campo de batalla. Efectivamente, Sócratesparticipó en la batalla de Delium y lo hizo como soldado de la infantería ligera, ya que ni por su calidad —era zapatero— ni por sus ingresos —era filósofo— podía permitirse el lujo de servir en las armas más nobles. Sin embargo, como es de suponer, su valor era de naturaleza muy especial. La mañana de la batalla, y antes de que ésta comenzara, Sócrates se había preparado lo mejor posible masticandocebolla, lo que, en opinión de los soldados, infundía valor a un combatiente. Su escepticismo en muchos terrenos le predisponía a la credulidad en otros muchos; estaba en contra de la especulación y a favor de la experiencia práctica, de modo que no creía en los dioses, pero sí en la cebolla. Por desgracia, el tubérculo no le había hecho ningún efecto, al menos inmediato, y Sócrates trotaba ahora,con gesto sombrío, en medio de una sección de hoplitas que se dirigían, en fila de a uno, a tomar posición en algún rastrojo. Detrás y delante de él marchaban con paso vacilante jóvenes de los arrabales de Atenas, que le llamaron la atención sobre el hecho de que los escudos de las armerías atenienses eran demasiado pequeños para proteger a soldados tan gordos como él. A Sócrates ya se le habíaocurrido aquello, pues se había fijado en soldados muy anchos de hombros a los que aquellos escudos tan ridículamente estrechos sólo cubrían a medias. El intercambio de puntos de vista entre sus compañeros de fila, el que le precedía y el que le seguía, sobre las ganancias que obtenían los grandes fabricantes de armas confeccionando aquellos escudos tan pequeños, fue interrumpido por la orden de«¡Alto, ocupad las posiciones! » Los infantes se sentaron en el rastrojo, y un capitán sermoneó a Sócrates por pretender hacerlo sobre el escudo. Más que la reprimenda en sí, le intranquilizó el tono de voz, apagado, empleado por el oficial. Debía de suponerse al enemigo cerca. La visibilidad era prácticamente nula debido a la lechosa niebla matinal. Sin embargo, el rumor de pasos y el ruido metálicode armas indicaban que la llanura estaba ocupada. Sócrates recordó desazonado una conversación que había mantenido la noche anterior con un noble joven, oficial de caballería, al que había conocido, algún tiempo atrás, entre los bastidores de un teatro. —¡Un plan maestro! —le había explicado el mozalbete—.
La infantería no debe moverse de su sitio, sino que habrá de resistir a pie firme el embatedel enemigo. Mientras tanto, la caballería avanza por la hondonada y ataca a aquél por la retaguardia. La hondonada debía de estar bastante lejos, hacia la derecha, perdida entre la niebla. Y allí la caballería se encontraría dispuesta ya para el ataque. El plan le había parecido bueno, o, por lo menos, no del todo malo. Siempre se trazan planes, sobre todo cuando se es menos fuerte que elenemigo; pero cuando llega la hora de la verdad, uno se olvida de todo y comienza a dar golpes a diestro y siniestro. Una cosa es, en efecto, el plan y otra lo que te deja hacer el enemigo. Ahora, en la claridad gris de la mañana, a Sócrates le parecía aquel plan sencillamente repugnante. ¿Qué significaba eso de que la infantería debía aguantar el embate del enemigo? Lo normal era alegrarse cuando...
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