Besos De Murci Lago Silvia Herv S
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Índice
1. La importancia de la primera impresión
2. El comienzo de un largo infierno
3. ¡Adjudicado!
4. James no es normal
5. Excursión al supermercado (Primera parte)
6. Excursión al supermercado (Segunda parte)
7. Viaje en limusina
8. Cómo comportarse con desconocidos
9. Colegas
10. El grupo circense
11. Felices fiestas (Primera parte) 12. Felices fiestas (Segunda parte)
13. ¡Señorita enfermera!
14. Cosas que pasan en los centros comerciales (Primera parte)
15. Cosas que pasan en los centros comerciales (Segunda parte)
16. Listas de amores pasados
17. Confusión
18. Instinto salvaje (Primera parte)
19. Instinto salvaje (Segunda parte)
20. Contando estrellas
21. Las ranas no se convierten en príncipes
22. James se supera a sí mismo 23. Todo el mundo tiene un pasado
24. Las piedras del camino
25. ¡Feliz Navidad!
26. Excursión al trozo de hielo
27. La hermandad marihuanera
28. Cosas inexplicables
29. Kelsey y James
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30. Baile de hielo
31. Lista de deseos
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33. Sí, quiero
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La importancia de la primera impresión
La gente caminaba de un lado a otro arrastrando las maletas por el pulido y brillante suelo del aeropuerto. La multitud se mostraba desorientada y acudía a toda
prisa a los pequeños puestos de información como si les fuese la vida en ello. Una
muchacha malhumorada, acompañada de sus padres, esperaba hastiada frente a la
puerta de llegadas procedentes de Londres. Repiqueteó con el pie en el suelo con
actitud desafiante, intentando mostrar sin tapujos su pésimo estado de ánimo. Su
madre le dirigió una sonrisa encantadora; estaba eufórica.
—¡Levanta más el cartel, Kelsey!, no vaya a ser que no nos vea —dijo mientras
su marido le rodeaba los hombros con un brazo.
«Ojalá no nos vea; eso sería un golpe de suerte», pensó Kelsey. Ladeó la
cabeza y, sintiéndose estúpida, alzó las manos todo lo que pudo, se puso casi de
puntillas y movió de un lado a otro aquel ridículo cartel, en el que se leía en letras
grandes y redondas: «Somos la familia Graham, ¡bienvenido a América!».
Debería haber estado celebrando el inicio de las vacaciones navideñas con sus
amigos; sin embargo, se encontraba allí anclada con la ridícula pancarta, esperando la llegada de un completo desconocido, gracias a que sus adorables padres habían
decidido acoger en casa a uno de esos aburridos estudiantes de intercambio. Un
inglés, para ser más exactos. Kelsey nunca había simpatizado con aquellos amantes
del té; se le antojaban demasiado refinados, y ella tendía a ser despreocupada y poco
detallista. —Como esperemos más, celebraremos el fin de año en el aeropuerto —farfulló
con un deje de aburrimiento.
Su madre le dirigió una mirada de desaprobación.
—Compórtate con nuestro invitado, Kelsey —ordenó respaldada por los
continuos asentimientos del padre con la cabeza—. Pasará un mes con nosotros, así
que, lo quieras o no, tendrás que llevarte bien con él. —Entonces, ¿se supone que el famoso inquilino queda bajo mi protección? Si es
así no durará ni dos días con vida. Esto es América —espetó, y soltó un bufido.
—Chist...
El señor Graham le indicó que guardase silencio. Kelsey alzó la vista hacia
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la puerta de llegadas, por donde había comenzado a salir gente. Todos le parecieron
raros, estrafalarios o indignos de entrar en su casa. La joven era bastante reservada
—contrariamente a sus solidarios padres—, así que no simpatizaba con la idea de
tener que convivir con un extraño; más bien le aterrorizaba. Estaba segura de que, por
callado e invisible que fuese aquel inglés, se sentiría invadida e incómoda.
Se giró sorprendida cuando unos dedos firmes y seguros golpearon suavemente
su hombro ...
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