bestiario
Entre la última cucharada de arroz con leche —poca canela, una lástima— y los
besos antes de subir a acostarse, llamó la campanilla en la pieza del teléfono e Isabel se
quedó remoloneando hasta que Inés vino de atender y dijo algo al oído de su madre. Se
miraron entre ellas y después las dos a Isabel, que pensó en la jaula rota y las cuentas de
dividir y un poco en la rabiade misia Lucera por tocarle el timbre a la vuelta de la escuela.
No estaba tan inquieta, su madre e Inés miraban como más allá de ellas, casi tomándola
como pretexto ; pero la miraban.
— A mí, créeme que no me gusta que vaya — dijo Inés.— No tanto por el tigre,
después de todo cuidan bien ese aspecto. Pero la casa tan triste, y ese chico sólo para jugar
con ella...
— A mí tampoco megusta — dijo la madre, e Isabel supo como desde un tobogán
que la mandarían a lo de Funes a pasar el verano. Se tiró en la noticia, en la enorme ola
verde, lo de Funes, lo de Funes, claro que ella mandaban. No les gustaba pero convenía.
Bronquios delicados, Mar del Plata carísima , difícil manejarse con una chica consentida,
boba y conducta regular con lo buen que es la señorita Tania, sueñoinquieto y juguetes por
todos lados, preguntas, botones, rodillas ssucias. Sintió miedo, delicia, olor de sauces y la ú
de Funes se le mezclaba con el arroz con leche, tan tarde y a dormir, ya mismo a la cama.
Acostada, sin luz, llena de besos y miradas tristes de Inés y su madre, no bien
decididas pero ya decididas del todo a mandarla. Anteviviía la llegada en break, el primer
ayuno, laalegría de Nino cazador de cucarachas, Nino sapo, Nino pescado (un recuerdo de
tres años atrás, Nino mostrándole unas figuritas puestas con engrudo en un álbum , y
diciéndole grave : "Este es un sapo y éste un pes — ca —do"). Ahora Nino en el parque
esperándola con la red de mariposas, y las manos blandas de Rema — las vio que nacían de
la oscuridad, estaba con los ojos abiertos y en vezde las cara de Nino zás las manos de
Rema, la menor de los Funes. "Tía Rema me quiere tanto", y los ojos de Nino se hacían
grandes y mojados, otra vez vio a Nino desgajarse flotando en el aire confuso del
dormitorio, mirándola contento. Nino pescado. Se durmió queriendo que la semana pasara
esa misma noche, y las despedidas, el viaje en tren., la legua en break, el portón, los
eucaliptosdel camino de entrada. Antes de dormirse tuvo un momento de horror cuando
pensó que podía estar soñando. Estirándose de golpe dio con los pies en los barrotes de
bronce, le dolieron a través de las colchas, y en el comedor grande se oía hablar a su madre
y a Inés, equipaje, ver al médico por lo de la erupciones, aceite de bacalao y hammaelis
virgínica. No era un sueño, no era un sueño.No era un sueño. La llevaron a Constitución una mañana ventosa, con banderitas en
los puestos ambulantes de la plaza, torta en el Tren Mixto y gran entrada en el andén.
Número catorce. La besaron tanto entre Inés y su madre que le quedó la cara como
caminada, blanda y oliendo a rouge y polvo rache de Coty., húmeda alrededor de la boca, Julio Cortazar Bestiario
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un asco que el viento lesacó de un manotazo. No tenía miedo de viajar sola porque era una
chica grande, con nada menos que veinte pesos en la cartera, Compañía Sansinena de de
Carnes Congeladas metiéndose por la ventanilla con un olor dulzón, el Riachuel amarillo e
Isabel repuesta ya del llanto forzado, contenta, muerta de miedo, activa en el ejercicio pleno
de su asiento, su ventanilla, viajera casi única en unpedazo de coche donde se podía probar
todos los lugares y verse en los espejitos. Pensó una o dos veces en su madre, en Inés —ya
estarían en el 97, saliendo de Constitución—, leyó prohibido fumar, prohibido escupir,
capacidad 42 pasajeros sentados, pasaban por Banfield a toda carrera, ¡vuuuúm ! campo
más campo mezclado con el gusto de milkibar y las pastilla de mentol. Inés le había...
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