bibiana y su mundo

José Luis Olaizola

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Bibiana y su mundo

A mi hija Fátima, que fue la que mejor conoció a Bibiana

Argumento
De pequeña, todos la conocÃ−an por Bibi. Entraba y salÃ−a por las casas de la urbanización como si
fueran suyas. Los vecinos se compadecÃ−an de ella por ser huérfana de madre y porque su padre, además
de no trabajar, se pasaba gran parte del dÃ−a borracho.
Elcarácter alegre y abierto de la niña pone en el relato un fondo amable a un problema social duro, al que
el autor ha sabido buscar solución sin provocar desgarros ni amarguras.

BIBIANA habÃ−a nacido en un pequeño pueblo tan próximo a Madrid que con el tiempo se habÃ−a
convertido en un barrio de la capital, muy elegante, con casas rodeadas de jardines.
De pequeña, todos la conocÃ−an, la llamabanBibi, entraba y salÃ−a por las casas como si fueran suyas, y
en la pastelerÃ−a tomaba dulces sin pagar. Los vecinos se compadecÃ−an de ella por ser huérfana de
madre y porque su padre, además de no trabajar, se pasaba borracho gran parte del dÃ−a y todas las noches
sin excepción.
TenÃ−a entonces cinco años, y, de saberlo, se hubiera asombrado de la compasión que sentÃ−an por ella.
De lode su padre no se daba cuenta, ya que pensaba que todos los padres eran asÃ−: por las mañanas, serios
y quejumbrosos; por las noches, muy alegres.
Como veÃ−a que en las casas eran las mujeres las que cuidaban de los hombres —les daban de comer, les
lavaban la ropa...—, aprendió a hacer estos trabajos para su padre.
La enseñó la señora Angustias, una vecina muy mayor que, de acuerdo con sunombre, siempre estaba
angustiada. Cuando veÃ−a a Bibi hacer los trabajos de la casa, largaba unos suspiros estremecedores y no se
recataba de mirarla compungida:
—¡Pobre hija!
Al decirlo, se le llenaban los ojos de lágrimas; pero esto no le extrañaba a Bibi, porque también lloraba
con las novelas de la radio y las series de televisión.
La señora Angustias le suplicaba al padre de laniña:
—¡Rogelio, tenga compasión de este pobre ángel!
El ángel era Bibi, y entonces, por la noche, su padre se compadecÃ−a y la acariciaba en forma de cosquillas,
muy suavecito, hasta que se dormÃ−a. También le contaba cuentos. Unas veces eran divertidos y otras
tristes, pero todos tan buenos que los chicos del colegio se quedaban embelesados cuando ella, a su vez, se los
repetÃ−a.

2La profesora le preguntaba:
—¿Dónde aprendes esos cuentos?
—Me los cuenta mi padre —contestaba Bibi muy satisfecha. Se quedaba asombrada de que la señorita
Tachi, en lugar de admirarse y alabárselos como hacÃ−an los niños, endureciese su rostro y musitase:
—Más le valÃ−a cumplir con su obligación como los demás padres.
Bibi no entendÃ−a lo que querÃ−a decir con eso. Los padres delos otros niños no sabÃ−an contar cuentos
y, además, estaban casi siempre muy enfadados. Algunos, incluso, pegaban a sus hijos. Para colmo, la
mayorÃ−a de ellos se pasaban el dÃ−a fuera de casa porque trabajaban en Madrid. En muy pocos años, el
pueblo se habÃ−a convertido en un barrio de la capital, rodeado de urbanizaciones preciosas, con jardines,
edificios y chalés de gente que llegóde Madrid, que estaba tan sólo a catorce kilómetros.
En cambio, su padre siempre estaba a su disposición: o bien en su casa o, lo más lejos, en la taberna.
—¡Qué vergüenza —se lamentaba la señora Angustias—, que esta pobre niña tenga que ir a buscar
a su padre a la taberna!
A Bibi no le importaba hacerlo —tendrÃ−a ya unos diez años—, porque la taberna estaba a dos manzanas
de sucasa. Tampoco le gustaba demasiado, porque no todos los borrachos eran como su padre. Algunos
gritaban, peleaban, decÃ−an palabras horribles, incluso blasfemias. Su padre, apenas la veÃ−a entrar en la
taberna, le decÃ−a:
—Espérame fuera, Bibi; enseguida salgo.
Y cumplÃ−a su palabra. SalÃ−a rápido, aunque fuera tambaleándose.
Desde que iba al colegio, sabÃ−a que su padre era un borracho...